Desde mi pluma
Dando y dando
El tira y afloja entre los maestros, el Ministerio de Educación y el Gobierno, en sentido general, es realmente exasperante. En los últimos días hemos sido testigos de la vorágine de manifestaciones impulsadas desde el gremio que agrupa a los profesionales del magisterio exigiendo una serie de reivindicaciones, principalmente ligadas a un aumento salarial.
Soy hija de maestros y sé por ellos, desde muy pequeña, que esta profesión conlleva un sinfín de sacrificios y que no es hasta hace poco que empezó a ser valorada por el Estado en su justa dimensión. Por eso soy abanderada de que los docentes pidan solución para sus demandas, aunque cabe señalar que muchas de ellas han sido resueltas y que estos gozan de beneficios que la mayoría de los profesionales en el país no perciben.
Sin embargo, creo que la lucha se ha desvirtuado, que a veces raya en la manipulación y que los métodos para protestar afectan a los que menos tienen que ver, a los alumnos, pues se interrumpe su proceso de enseñanza. En ese sentido, estoy convencida de que no se puede recurrir a la paralización de docencia cada vez que la Asociación Dominicana de Profesores desee manifestarse y que, el Estado debe recíprocamente demandar a ellos cada vez que le resuelva alguna solicitud, pues esas mejoras deberían reflejarse en la calidad de la educación dominicana, en las competencias adquiridas por los estudiantes, lo cual, lastimosamente no es el caso.
Para nadie es un secreto que el sistema educativo dominicano enfrenta grandes vicisitudes, retos mucho más urgentes que otro aumento de sueldo, problemas en los que los maestros deberían evocar con el mismo fervor para que sean subsanados y que requieren la misma e incluso más atención por parte del Gobierno. Entonces, parece un buen momento para que ambas partes establezcan prioridades, dejen de lado sus interés y se enfoquen en lo importante, de lo contrario, la lucha no cesará.