ENFOQUE

¿Una nueva etapa para China?

El milagro económico chino, desencadenado por las políticas de “reforma y apertura” de Deng Xiaoping en los años 80, es un hito sin precedentes en la historia mundial. Entre 1980 y 2019, China disfrutó de un crecimiento promedio del 9.1%, logrando erradicar la pobreza de más de 700 millones de sus ciudadanos, forjando una robusta clase media y ascendiendo a la posición de segunda potencia económica global. Y como siempre, abundaban los ejercicios de futurología geopolítica, donde no pocas personas aseguraban que la próxima superpotencia hegemónica del siglo XXI sería China.

Sin embargo, la realidad post-pandemia ha sido distinta. En 2022, el crecimiento del PIB real de China se desplomó a solo un 3%, y aunque mejoró al 5.2% en 2023, estas cifras quedaron por debajo de las expectativas para una economía acostumbrada a tasas de dos dígitos. Además, el país enfrenta una caída en los precios, un augurio preocupante que Japón conoce muy bien.

Como ocurre habitualmente en economía, la gran pregunta es si este pobre desempeño económico es algo temporal o si marca un nuevo ritmo. ¿Recuperará China su ímpetu económico a medio plazo o estamos ante el comienzo de una era de expansión más contenida, o incluso, un posible estancamiento?

El sector inmobiliario chino, históricamente un motor de crecimiento, atraviesa una crisis considerable. Gigantes como Evergrande se enfrentan a dificultades por sobreendeudamiento, lo que ha obligado al gobierno a reevaluar el crédito fácil para los desarrolladores. Esto ha resultado en una drástica disminución en la construcción y venta de viviendas, esta última cayendo casi un 37%. Estos problemas han provocado un efecto dominó, afectando industrias vinculadas a la construcción, como la manufactura de materiales y electrodomésticos.

Por otro lado, las exportaciones de bienes punta de lanza de la economía china durante décadas, están mostrando señales de debilidad. En 2023 las ventas al resto del mundo registraron una caída del 4.6% respecto al año anterior. Para complicar más el panorama, las restricciones comerciales estadounidenses amenazan con complicar aún más el sector exportador chino.

Además, la inversión extranjera directa en China está disminuyendo, con una reducción del 20% en 2022 comparado con el promedio de la década anterior al COVID. Las multinacionales, antes atraídas por los bajos costos y eficiencia de China, ahora buscan alternativas en naciones como Vietnam y México, motivadas por la incertidumbre política interna, las tensiones comerciales y el incremento en los costos laborales chinos.

Adicional a lo anteriormente mencionado, la sociedad china muestra numerosos problemas estructurales que más temprano que tarde pasarán factura.

La deuda corporativa china saltó del 94% al 166% del PIB entre 2008 y 2023.

La deuda corporativa china saltó del 94% al 166% del PIB entre 2008 y 2023.ARCHIVO/LD

El envejecimiento poblacional, resultado de la política del “hijo único”, presagia una disminución demográfica inminente, mermando la fuerza laboral y presionando los sistemas de bienestar social y salud. De hecho, las proyecciones demográficas indican que el país empezará a “perder población” tan pronto como 2024 o 2025.

Otro desafío es la sobreacumulación de activos. La infraestructura ya desarrollada limita la capacidad de estímulo económico a través de inversión pública, y la gran capacidad instalada de las empresas ha mermado la necesidad de nuevas plantas, llevando a algunas a cerrar instalaciones existentes.

Esta excesiva acumulación de activos no solo refleja las altas tasas de ahorro nacional en China, sino un alto endeudamiento. La deuda corporativa china saltó del 94% al 166% del PIB entre 2008 y 2023, la deuda de los hogares pasó de 18% a 62% del PIB en dicho período, mientras que el gobierno casi triplicó su endeudamiento en los últimos 15 años.

La combinación de los factores estructurales previamente mencionados, en particular el sobreendeudamiento público y privado, dan señales de que China pudiera estar entrando a una nueva fase de moderación de su dinamismo económico, aunque no necesariamente en una crisis tipo como la experimentada por Japón luego de 1990.

En conclusión, aunque China sigue siendo una economía considerable y un actor global clave, su dinamismo económico post-COVID enfrenta desafíos significativos. La combinación de factores internos y externos ha creado un entorno económico incierto que requiere adaptaciones sustanciales del modelo económico. Cómo y cuándo China logrará adaptarse y superar estos desafíos no solo definirá su futuro económico, sino también el equilibrio económico global en las décadas venideras.

“Las opiniones en este artículo son exclusivas del autor y no representan la visión de las entidades a las que está afiliado el autor”.

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