Pensando

El dolor de la impunidad

La impunidad ha sido el marco de nuestra sociedad. Hay que llegar a interpretar que en la corrupción administrativa, independientemente de mantener su espíritu de lucha, el resultado de la autoridad no ha demostrado su verdadera voluntad política para asumir la gran responsabilidad en beneficio de las grandes mayorías nacionales, que deben nutrirse equitativamente del patrimonio de la nación. Proyectar más impuestos es doloroso en un ambiente de injusticia social, que es lo mismo que una sociedad sin garantías de sus operaciones lícitas. En este orden, lamentablemente observamos que no vale la formación doméstica y académica al no ser el ejemplo y el camino hacia la superación personal. Se hace costumbre el engaño, el desfalco como accionar cotidiano en menoscabo de los derechos a la salud, la alimentación, y el trabajo digno; de tal manera, las cargas fiscales no deben subsidiar el déficit y la deuda externa que cada día es inflada por la ineptitud del sistema productivo nacional, vehículo de corrupción permanente. La aplicación de justicia jamás debe ser centralización de los expedientes discriminados en su depuración; de ahí la ausencia de respuestas en el sistema de partidos, la llamada gobernabilidad como chantaje, y ni hablar, la compra de impunidad en el mercado judicial y legislativo. En definitiva, la cultura es arroparse con el manto de la impunidad permitida por un sistema que todavía en el primer cuarto del siglo XXI, no da respuesta a la aspiración más importante de todo un pueblo, como lo es la justicia y la equidad social.