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Sin dudas, la extrema derecha avanza, y ya no es una política de movimientos marginales. Al igual que en Alemania, España o El Salvador, el fascismo saca sus dientes hoy en Ecuador.

El presidente de ese país, Daniel Noboa, acaba de hacer lo que ni Trujillo ni Pinochet se atrevieron a ejecutar: violar las convenciones internacionales y entrar a la fuerza en la embajada de México en Quito, secuestrando a un asilado.

Es la arrogancia del heredero que llega por sus fortunas al poder político y gobierna su país como si fuese una de sus plantaciones bananeras. Noboa forma parte de una nueva cohorte yuppie que maneja la cosa pública sin ningún conocimiento básico de asuntos de Estados, de derecho internacional y de democracia.

Estos jóvenes fascistas cuentan con todo el respaldo de la casta política y empresarial de sus países. Es hora de ponerle mucha atención y construir respuestas a esta calamidad antidemocrática.