Alianzas, coaliciones, uniones, Diferencias y objetivos
Una de las series televisivas juveniles más populares en la generación conocida para bien o para mal como “Millenial” ha sido la argentina Rebelde Way bajo la producción de Cris Morena. Recientemente ironizaba en redes sociales sobre un capítulo específico en que varios personajes planearon escabullirse de su colegio internado para asistir a una fiesta prohibida, siendo descubiertos. Enfrentándose a posibles sanciones, Marizza Espirito planteó a sus compañeros que el escollo debían resolverlo juntos dado que se habían unido para la controversial salida. A esto le respondió Pablo Bustamante, (quien en la novela era hijo de un político) que él no estaba de acuerdo pues lo que hubo fue una alianza, no una unión que es algo distinto pues si lo segundo puede ser a largo plazo, lo primero se rompe tras alcanzar el objetivo que en este caso era salir a fiestar.
La cara de Marizza indignada fue un poema que me causó grandes carcajadas como adolescente, pero más aún después como estudioso y practicante de la política. Ese debate entre ambos personajes frecuentemente se repite en los espacios más altos de los partidos y en más de una ocasión el electorado se ha preguntado precisamente hasta donde llegan ciertos acuerdos. Esto podría ser un paper de muchas páginas abordando ejemplos desde el siglo XIX y por toda América Latina, pero para no abusar de la gentileza del distinguido decano de los diarios dominicanos, me enfocaré en algunos casos excepcionalmente significativos por el impacto que tuvieron no solo en un proceso electoral determinado sino en nuestra cultura política general.
Paradójicamente, una de las coaliciones más recordadas de la historia dominicana no llegó a medirse en las urnas pues el Acuerdo de Santiago compuesto por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y Partido Revolucionario Social Cristiano (PRSC verde) en el centro así como la derecha del Partido Quisqueyano Demócrata (PQD) y la extrema izquierda representada por el Movimiento Popular Dominicano (MPD) se retiraron dos días antes de la votación. Ya iban 8 años de Joaquín Balaguer con el Partido Reformista y la política abstencionista de los opositores no parecía rendir frutos por lo que 1973 giró en torno a la necesidad de un pacto amplio para así competir con el gobierno. Entre los obstáculos estuvo la renuncia de Juan Bosch a su anterior casa política, no sólo fundando el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) sino también llevándose consigo la mayoría de componentes del Bloque de la Dignidad Nacional que aspiraba a ser la principal sombrilla opositora.
Don Antonio Guzmán, ex Ministro de Agricultura y candidato vicepresidencial de Bosch tras la guerra civil, fue el anfitrión de las reuniones que dieron luz a la citada alianza y por eso la referencia santiaguera pues fue en su residencia de aquella ciudad que sellaron la agenda común. El exiliado General Elías Wessin y Wessin asumió como compañero de boleta y esta es la última vez que en el escrito utilizaré aquella descripción “ironía” o “paradoja” pues esto es tan frecuente en nuestro país que en realidad ya más que irónico es lo esperado. Sin embargo, no deja de ser un dato interesante que solo 11 años después de derrocado Bosch y 9 del conflicto armado interno, el militar estuviese en una boleta del PRD. Para profundizar sobre todo el proceso de negociación, cada uno de los tropiezos encontrados y las demandas de la oposición de entonces, recomiendo el libro publicado por el otrora empedeista, Rafael Chaljub Mejía.
Obviamente la mayor pregunta que se puede hacer sobre aquel esfuerzo es si fue exitoso en la obtención de su objetivo o no, a lo que respondería que depende como lo veamos. Por un lado, no hubo torneo electoral competitivo, no se permitió el regreso al país de Wessin ni fueron excarcelados los militantes guerrilleros acusados de actos violentos. Pero lo que sí hubo fue un giro en el gobierno que pasó a incluir varios dirigentes opositores en cargos de importancia, un fortalecimiento del PRD como claro e indiscutido líder de la oposición al punto de poder ganar sin alianza cuatro años más tarde. Social cristianos más adelante se fusionarían con el PR de Balaguer para crear el actual PRSC que entre 1986-1994 tuvo como aliado al PQD, es decir, la mitad de la alianza anti-balaguerista después sería balaguerista.
Si bien fue beneficiario de alianzas, el nonagenario patriarca de la política dominicana no parecía tener la mejor opinión sobre estas si nos llevamos de su legendario discurso en el Palacio de los Deportes aquel 2 de junio de 1996. Enfatizó categóricamente que era la primera vez en la historia del país que se hacía un acuerdo sin fines burocráticos, describiendo las coaliciones de Horacio Vásquez y Carlos Morales Languasco como meramente presupuestarias. Ahí proclamó que su adhesión al Frente Patriótico que se había creado 3 años antes en 1993 con fuerzas minoritarias, sería estrictamente sin condiciones ni participación en el siguiente gobierno.
El gran ganador de aquel suceso, Doctor Leonel Fernández, en este mismo periódico compartió que no pensaba que aquello fuese tan literal y que hasta el último momento estuvo esperando los nombres de dirigentes reformistas que deberían estar en su gabinete inaugural. Pero la respuesta fue invariablemente negativa y la administración resultante fue de un solo color, ganándose por eso y otras cosas el mote de “Comesolos”. Ahí, la alianza fue exitosa pues ganó las elecciones, logró exactamente lo que se quería pero al dejarlo como cheque en morado (por no decir blanco), contribuyó con que los peledeistas comenzaran a ocupar el espacio político de los reformistas.
10 años más tarde, la tortilla estaba completamente del otro lado y lo que hubo fue una coalición opositora entre el PRD y PRSC que aunque formalmente se llamaba “Gran Alianza Nacional (GANA)” será siempre recordada más bien como la Alianza Rosada por el color de sus principales integrantes. Era la primera vez que dos partidos mayoritarios acudían juntos a unos comicios en décadas, haciendo que las expectativas crecieran a un nivel poco realista y a la larga nublando la percepción de forma tal que su relativo éxito pasó casi desapercibido. Cuando se habla de aquella experiencia casi siempre es denostándola como fallida, a pesar de que sus números serían hoy envidiables puesto que logró 83 alcaldías de 151, 10 senadores de 32 y 82 diputados de 178. Con la visión 20/20 de la retrospectiva, resulta que ese ha sido el mejor resultado de una alianza opositora no ganadora en el siglo XXI pero como los deseos eran incluso mayores a lo obtenido, sus promotores quedaron cabizbajos.
Otra década más adelante, más o menos se reeditó esta experiencia pero ahora bajo la sombrilla del Partido Revolucionario Moderno (PRM) como desprendimiento del PRD, primera vez que la vieja casa matriz fue desplazada por una disidencia que sumó como aliado al PRSC.
Dado que los perremeistas se vieron obligados a migrar a la ASD por la injerencia palaciega en tribunales, el subsidio partidario que recibía era acorde con los votos de esta. Entonces, aunque a todas luces políticas era un acuerdo entre dos fuerzas mayoritarias, presupuestalmente hablando era entre uno grande y uno chiquito de modo que al competir con la alianza PLD-PRD, era un tercio de financiamiento contra dos tercios combinados. Aún así, se lograron 40 alcaldías (incluyendo el Distrito Nacional como joya de la corona), 4 senadores y 62 diputados. De paso, Luis Abinader despejó cualquier duda sobre si era el líder de la oposición y 4 años más tarde era Presidente de la República, con el apoyo de muchos que aunque viniendo de sectores divergentes, en él vimos a un a un actor de cohesión.
2020 es muy reciente como para extendernos sobre esa experiencia y 2024 se sigue desarrollando, pero no hay que ser el mayor analista para concluir que la coalición entre el PLD, Fuerza del Pueblo y PRD ha arrancado con peores pronósticos que todas las previamente citadas. En lo municipal, quedaron muy por debajo, en lo presidencial no han logrado que sus números separados apunten a un escenario de balotaje que apuestan y en lo legislativo, distan mucho de las 10 senadurías de los rosados.
Quizás la mayor diferencia entre la actual y todas las anteriores es que sea como sea, los ejemplos citados tenían una meta clara que les permitió presentar narrativa hacia su electorado. El panorama lúgubre de 2016 no impidió que perremeistas y reformistas trabajaran con entusiasmo hombro y hombro como tampoco la aparente aplanadora peledeista de 2006 no frenó el sueño ganador de los rosados.
A los autoproclamados rescatistas a pesar de venir de 20 años de gobiernos juntos, todavía les ha sido imposible argumentar qué es lo que son o aspiran a ser. Del lado oficialista, está bastante claro el tipo de proyecto al que se han sumado una veintena de organizaciones por lo que la Raya de Pizarro también es muy notable para el electorado que ya apunta a haberse decidido.