VIVENCIAS
Saber esperar
Eridanio Melenciano sufrió desplantes y vejaciones, pero decidió esperar el momento oportuno, no para el desquite, sino más bien de mostrar un gran corazón con mayor conciencia de enfrentar los ataques recibidos.
Decidió como aconseja Gracián, “caminar por los espacios abiertos del tiempo hasta el centro de la ocasión oportuna, nunca apresurarse, nunca apasionarse”; la espera prudente que sazona los aciertos y madura lo que se pretende denunciar.
El tiempo es el mejor aliado y el más útil instrumento para desenmascarar al hipócrita que pulula en la sombra de los corrillos de una creencia que no practica valiéndose de ella para el engaño y la perversa sumisión de sus inconductas.
No se trata de acusar, sino de saber esperar, porque siempre hay tiempo de soltar las palabras con cautela, pero no para retirarlas. Gracián da una guía para vencer la malevolencia, en la que “no hay venganza más insigne que los méritos y cualidades que vencen y atormentan a la envidia, y cada éxito es aumentar el tormento del envidioso, el mayor castigo es hacer del éxito veneno.
Digamos, que vale no perder de vista contra quien uno se enfrenta, ya que el que ha perdido la vergüenza no tiene más que perder, y por ello se arroja a todo despropósito.
Tiene sentido saber esperar, y aunque la “verdad es peligrosa el hombre justo no puede dejar de decirla”. Hay que cuidarse de los que vienen con segunda intención, astutos al fin, con su maña disimulan su verdadera intención, diciendo una cosa, pero queriendo otra, y actuando con tanta habilidad que no descansan hasta dar en el blanco de sus deseos.