OTEANDO

El pensamiento como medio de elevación

Nuestra existencia es algo complejo. En torno a ella se generan, en los ámbitos biológico y filosófico, una miríada de conjeturas, ya relativas a lo que nos diferencia de los animales, ya relativas a su origen y duración, pero sobre todo en relación con su verdadero sentido, ese sentido de la existencia consciente. Así, las ciencias han dado frutos que se manifiestan en obras del calado de “El origen de las especies”, de Charles Darwin o, una de más actualidad como “Noticias desde un universo desconocido”, de Frank Schätzing.¬ En la filosofía contamos con obras como “El ser y la nada”, de Jean Paul Sartre o, una manifestación del llamado solipsismo existencial de la mismidad, como lo es la obra titulada “Ser y Tiempo”, de Martin Heidegger.

Por otra parte, existen serios esfuerzos por de establecer las categorías o géneros mayores que permiten identificar cierta suerte de sistemas de categorías más amplios de todas las entidades; ello resulta ser oficio de los ontólogos. Tal determinación devendrá trascendental o no en proporción directa con el interés de cada uno. A propósito de ese interés, y de su causa, siempre evoco el pasaje de la obra “El hombre mediocre”, de José Ingenieros, titulado [¿“ÁUREA MEDIOCRITAS”? […] “Hay cierta hora en que el pastor ingenuo se asombra ante la naturaleza que le envuelve. La penumbra se espesa, el color de las cosas se uniforma el gris homogéneo de las siluetas, la primera humedad crepuscular levanta de todas las hierbas un vaho a perfume, aquiétase el rebaño para echarse a dormir, la remota campana tañe su aviso vesperal. La impalpable claridad lunar se emblanquece al caer sobre las cosas; algunas estrellas inquietan con su titilación el firmamento y un lejano rumor de arroyo brincante en las breñas parece conversar de misteriosos temas. Sentado en la piedra menos áspera que encuentra al borde del camino, el pastor contempla y enmudece, invitado en vano a meditar por la convergencia del sitio y de la hora. Su admiración primitiva es simple estupor. La poesía natural que le rodea, al reflejarse en su imaginación, no se convierte en poema. Él es, apenas, un objeto en el cuadro, una pincelada; un accidente en la penumbra. Para él todas las cosas han sido siempre así y seguirán siéndolo, desde la tierra que pisa hasta el rebaño que apacienta. La inmensa masa de los hombres piensa con la cabeza de ese pastor…”.

Lo anterior explica las razones por las que unos se elevan y otros no. Hay que practicar la detenida mirada sobre los detalles, hay que pensar nuestro entorno de manera productiva, para elevarnos.

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