MIRANDO POR EL RETROVISOR
Nos sirve el sombrero del caos de la ONU
El pasado miércoles, en un discurso ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para presentar sus prioridades de trabajo en el 2024, el secretario general de ese organismo internacional, Antonio Guterres, pronunció una frase apocalíptica que pasó desapercibida en medio de otros avatares que copan la atención en el planeta: “El mundo ha entrado en la era del caos”.
Claro, Guterres emitió su alerta enfocado en esos temas de política multilateral, especialmente vinculados a las relaciones entre superpotencias, como la crisis climática desbordada, el uso de la inteligencia artificial sin regulación, los conflictos bélicos y la evidente división en el organismo que dirige.
Pero confieso que, al leer las reseñas de agencias y medios internacionales de su discurso, pensé que se refería en la mayoría de sus juicios y premoniciones a la República Dominicana.
Expuso que la mitad de la humanidad irá a elecciones en un momento en que cada vez más gente está perdiendo la confianza en las instituciones democráticas y la fe en el proceso político.
Si nos fijamos en los cuestionamientos a la organización del venidero proceso electoral en el nivel municipal, se nota que existe una creciente desconfianza en los árbitros del proceso y en la organización del certamen.
Retrocedemos en lugar de avanzar, a tal punto de que en un país donde cualquier ciudadano es capaz de retirar dinero de un cajero automático, todavía estamos atados a un obsoleto voto manual, lento para escrutar y generador de todo tipo de dudas.
Plantea Guterres que la ONU nunca estuvo tan mal por sus divisiones y su Consejo de Seguridad se encuentra atenazado por igual razón. En medio de tantos males sociales que parecen eternos, el liderazgo político del país no ha podido ponerse de acuerdo en un plan de nación cuya ejecución sea respetada, sin importar el color del partido que ostente el poder.
Todo lo contrario, los reiterados llamados a un pacto de unidad nacional para encarar de manera conjunta los problemas más trascendentales del país, terminan siempre como una inútil retórica y un ejercicio de politiquería.
El secretario general de la ONU describió el mundo actual como una peligrosa e impredecible ley de la selva donde reina la total impunidad. Y cuando lo leí me transporté al caos del tránsito en el país, donde predomina la ley del más osado, en medio de la apatía de las instituciones estatales llamadas a imponer el orden y el respeto. El periódico Listín Diario auspició recientemente un foro sobre movilidad urbana donde expertos en el tema presentaron soluciones en el corto, mediano y largo plazo para poner freno al desorden en calles, avenidas y carreteras, pero no se nota la más mínima intención de comenzar a aplicar las medidas más urgentes, pese al clamor de que se asuma como una prioridad nacional.
Guterres también destacó que los países en desarrollo están viviendo el lustro más amargo desde hace treinta años, muchos de ellos “afrontando una deuda impagable y en niveles récords”. Parece que tenía un mapamundi cuando tocó este tema, con la vista fija en la parte este de la Hispaniola.
"¡Hay tanta rabia, odio y ruido en nuestro mundo actual!”, exclamó el alto directivo de la ONU. Una expresión muy evidente en reseñas periodísticas y redes sociales, en lo que a nosotros concierne, sin que genere la más mínima sensibilidad timpánica de las autoridades. Y si piensa que exagero, solo atienda a estos desagradables ruidos: Un hombre viola y provoca la muerte a su hijastra de dos años, solo con la intención de hacer sufrir a su madre. El padre y el abuelo de una adolescente la violan sexualmente. Matan a un ciudadano chino cuando cerraba las puertas de su negocio. El acusado de matar a un abogado confiesa que recibió la orden de ejecutarlo desde la cárcel.
Guterres terminó su discurso ante la Asamblea General de la ONU criticando la “cero rendición de cuentas” por parte de los gobiernos y, recordando también, al esbozar los principales retos para garantizar una mejor convivencia mundial, que la responsabilidad es individual a la par de colectiva.
Como ciudadanos nos corresponde asumir nuestra parte, para tener la autoridad de reclamar a las autoridades que cumplan con la suya.
República Dominicana tiene una incidencia insignificante en la ONU y en el devenir del planeta, pero sin dudas que el “sombrero multilateral” diseñado por el jefe del organismo internacional encaja perfectamente en nuestra diminuta cabeza.