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SIN PAÑOS TIBIOS

Cuando el camino es el viaje

Con el dominicano no hay quien pueda. Por ejemplo, no vale que se le brinden todas las facilidades para que adquiera el “Paso Rápido”, porque lo de él es ir a contracorriente; como si disfrutara cuando cambia de carril; como si fuera gratificante llegar a una salida exprés y tener que dar reversa porque no tiene fondos o no tiene puesta la calcomanía… En fin, que intentar salir de la ciudad es un infierno, desde que sales de tu casa hasta que cruzas el peaje… pero, tan pronto lo haces, ya todo cambia, porque a pesar de los problemas, el camino te cambia el ánimo y la vida.

Admitámoslo, este es un país hermoso y nunca deja de sorprendernos; y salir de la ciudad rumbo al “interior” –ese territorio místico entre la urbe y el fin del mundo– es reconfortante .

Más allá de que los bríos de la juventud incitan a quemar gasolina como si no costara, las nuevas generaciones (y las viejas) tienen también unas ganas incontenibles de conocer el país, de recorrerlo, y a ello contribuyó –ironías de la vida– la pandemia. Ese encierro planetario nos hizo valorar aún más nuestros tesoros escondidos; no poder salir de la isla nos obligó a recorrerla, y a eso debemos sumarle que las redes sociales facilitaron la socialización de muchos destinos.

Hoy, cada viajero es, sin quererlo, un vendedor; un agente de promoción de una localidad lejana; alguien que indirectamente genera nuevas visitas y contribuye a la dinamización de la economía local. De ahí que el gobierno podría aprovechar ese empuje indirecto que desinteresadamente hace cada turista interno, y crear mecanismos de socialización y apoyo de redes que faciliten la comunicación directa con los potenciales prestadores de servicios a nivel local, y entre los usuarios

El turismo interno puede generar dinámicas territoriales interesantes, que creen nuevos nichos de mercado, y que permitan que la oferta de bienes y servicios en las provincias, municipios y parajes crezca y se expanda. Hay cientos de emprendimientos turísticos en los rincones más apartados del territorio a los cuales ya tenemos acceso; sólo falta un pequeño soporte institucional, un pequeño apoyo en capacitación, visibilidad, promoción, estandarización de imágenes y estrategias de mercadeo focalizadas, entre otras.

En lo que avanzamos hacia nuestro destino, la carretera se abre generosa y todavía en cualquier lugar es posible detenerse, conocer, compartir y consumir. Cada pueblo encierra riquezas y sorpresas; la gente sigue siendo, con mucho, el mayor activo con que cuenta cualquier comunidad, pues no sólo es suficiente el recurso natural a disfrutar –playa, montaña, cuevas, ríos, etc.–, también la gente que allí vive; que nos lo muestra, que nos vende la comida o nos facilita el hospedaje. Ellos son necesarios e imprescindibles, porque enriquecen el disfrute de la experiencia.

Nos vamos con problemas, agobiados y estresados, pero volvemos a la ciudad renovados; con nuevas ganas de enfrentar sus desafíos, contradicciones e ironías; porque salir de la ciudad de vez en cuando, es la única forma posible de volver y sobrevivir a ella.

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