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Si los políticos aprendieran

“Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder”. Simón Bolívar

El director del Listín Diario en un artículo escrito hace un tiempo, reflexionó sobre un congreso al cual asistió en Moscú en el 1972. Miguel Franjul indica que en ese congreso estuvo un importante personaje de la historia contemporánea de Latinoamérica. Ese fue Abimael Guzmán, líder del grupo guerrillero peruano Sendero Luminoso.

Eso me trajo viejos recuerdos. Estaba en 1985 en Perú como miembro de la delegación dominicana que acompañaba al presidente Salvador Jorge Blanco a la toma de posesión de Alan García, quien había sido electo presidente de esa nación para el período 1985-1990. Alan García provenía del partido Alianza Popular Revolucionario (APRA) cuyo líder máximo lo fue Víctor Haya de la Torre. Este fue un partido de origen marxista fundado en los años veinte con la finalidad de proyectarse en toda América Latina como una opción en contra del imperialismo. Con el devenir del tiempo este partido se orientó hacia la derecha y el populismo. Alan García, quien salió electo en 1985, tuvo un gran apoyo popular debido a sus planteamientos radicales.

Recordemos que estábamos en el medio del período que se conoció como la década perdida. Previo a esa década, en la de los setentas, América Latina se había endeudado en exceso y a la vez acometido políticas expansivas. En los grandes países de Latinoamérica, esos años fueron una especie de locura colectiva. Es decir, nuestra región estuvo de “Parranda” de la riqueza. Un ejemplo de ello lo fue México, donde su presidente López Portillo proclamó que el reto de su país era “Administrar la Abundancia” proveniente de la riqueza petrolera. Eso dio lugar a que ese gobierno tuviera un exceso de gastos e inversiones no productivas y que México fuera en 1982 el detonador de la crisis de la deuda externa en América Latina. Cuando Alan García sube al poder, en 1985, era ya un momento de crisis económica en toda la región.

Alan García desde el mismo momento en que comenzó a ejercer el poder, sus discursos y acciones fueron demagógicas. Sus planteamientos estaban alejados de la realidad que se vivía en América Latina y entre ellos en Perú. La verdad era que la región había crecido en años anteriores económicamente, pero era con dinero prestado e incurriendo en déficit fiscales. Eso se detuvo cuando los países ricos y sus economías sufrieron una recesión y dejaron de prestar y los latinoamericanos con que pagar. La fiesta y las bebidas se habían terminado.

Era hora de apretarse el cinturón y hacer los ajustes económicos que demandaba la situación. Ya no habría más préstamos externos de la banca privada, ni de los países ricos, ni de los organismos internacionales. Esa era la verdadera situación cuando García se convirtió en presidente de ese país andino. Es en ese escenario que me encuentro en Lima junto a nuestro presidente y sus acompañantes para asistir a la toma de posesión del nuevo presidente peruano.

Esa noche iríamos a la recepción que daría Alan García a sus invitados. Hatuey de Camps y yo decidimos visitar previamente al alcalde de Lima en el palacio municipal ubicado en el Centro Histórico de esa ciudad. La zona estaba militarizada y se esperaban ese día ataques terroristas de parte de Abimael Guzmán y su grupo Sendero Luminoso. El alcalde de Lima en ese entonces era el líder de las izquierdas peruanas y cuyo nombre era Alfonso Abarrante. En el momento que conversábamos con él, caía sobre Lima una ligera llovizna que allí la llaman garúa. En un determinado momento de la conversación salimos al balcón y el Alcalde fijó su mirada en el horizonte y en la garúa que seguía cayendo. Nos miró con cara de tristeza y nos dijo: si Abimael, quien se considera la cuarta espada del comunismo y se hace llamar Presidente Gonzalo, entra victorioso a Lima, al primero que fusilaría es a mí. Sentí curiosidad y no recuerdo si fue Hatuey o yo que le preguntó. ¿Considera usted que eso podría ocurrir? Su contesta fue rápida: “Ellos siguen ganando y avanzando en el territorio peruano, pero también tienen más adeptos. Continuó indicando que la pobreza de algunas regiones y las desigualdades de ingreso son el cultivo para lograr atraer a poblaciones indígenas en pequeños pueblos y áreas rurales” y que a eso se unía la preparación ideológica y militar que están adquiriendo. Esa combinación de adiestramiento y tácticas guerrilleras ha estado dando buenos resultados al ejército de Sendero Luminoso, han crecido y han sembrado el miedo en todo Perú. Estaba ya oscureciendo y teníamos que salir a la recepción para saludar al nuevo presidente. El presidente Jorge Blanco y su comitiva habían llegado a la recepción antes que nosotros con las delegaciones oficiales. Hatuey y yo con nuestras respectivas esposas Milagros y Milady llegamos un poco más tarde y tuvimos que hacer la fila normal con el resto de invitados. Cuando a Hatuey le tocó el turno de saludar a Alan García, la fila de invitados se detuvo. Dos amigos se volvieron a encontrar y entre sonrisas y abrazos conversaron durante varios minutos. Allí el ánimo era opuesto al que sentimos, en la conversación con el líder de las izquierdas y alcalde de Lima. Fue una magnífica recepción donde se respiraba un ambiente de alegría y optimismo. Al otro día iríamos al Congreso de la nación donde Alan tomaría posesión y haría su discurso de investidura. En ese discurso Alan indicó que no pagaría la deuda externa, y que esos recursos los utilizaría para expandir el gasto y la inversión. Esa postura encontró muchos adherentes entre el auditorio que le escuchaba. Los aplausos, no se detenían. En cambio y a mi entender esos planteamientos eran incorrectos en ese momento. Era una guerra avisada con los bancos externos quienes endurecerían más sus posiciones al igual que las organizaciones internacionales y los países acreedores en el Club de París. Como nosotros los dominicanos ya habíamos iniciado el proceso de la reforma monetaria, también tomado las principales medidas en enero 23, 1985 y acordado un stand-by con el Fondo Monetario Internacional así como las negociaciones de la deuda externa, estaba al tanto de la realidad que se vivía y de lo que sucedería en Perú. Pero además conocía de la economía peruana al haber estado en la década del sesenta trabajando en una misión de la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo (ONUDI). Sabía que tendrían que hacer un fuerte ajuste económico y negociar con el FMI así como con la banca externa. Ellos no tenían otra salida. Nosotros lo hicimos, ellos no. Habría en el caso de Perú que adicionar a lo económico, la difícil situación política y de credibilidad que tendría que enfrentar esa nación, debido a las guerrillas de Sendero Luminoso. Me sentí triste y al llegar al lobby del hotel conversé con el presidente Jorge Blanco y el ministro De Camps, exponiéndoles mi visión sobre el discurso de Alan. Decidí quitarme esas preocupaciones sobre Perú. Me tomé dos tragos de pisco peruano y me fui a acostar. La tesis de García de no pagar la deuda externa y sus políticas no-ortodoxas en materia económica, le dieron un mal resultado. Al inicio la economía creció y la inflación bajó. Pero las políticas expansivas generaron una crisis externa que se agravó cuando el gobierno impuso controles en el tipo de cambio y siguió emitiendo moneda inorgánica. Pero además cometió otro gran error al buscar chivos expiatorios para echarle la culpa de sus erróneas medidas. Esto ocurrió al tratar de estatizar la banca privada.

Alan García resurgió y logró el triunfo nuevamente para el período 2006-2011.

Alan García resurgió y logró el triunfo nuevamente para el período 2006-2011.ARCHIVO/LD

En 1989 hubo una hiperinflación de 2275% y el producto bruto interno real registró una caída del 25% entre 1987-90. La inestabilidad económica y el terrorismo marcaron definitivamente al gobierno de Alan García.

Su descrédito era de tal magnitud que ni siquiera intentó reelegirse en las elecciones del 1990, Alberto Fujimori resultó victorioso frente a Mario Vargas Llosa y su partido derechista FREDEMO. El tiempo me había dado la razón, Alan García, no terminaría bien su primer período presidencial y su descrédito lo llevó al exilio en Francia.

Pero Alan García resurgió y logró el triunfo nuevamente para el período 2006-2011. En ese mandato él adoptó políticas diferentes a su primera gestión. Entre ellas se destacan la apertura a la inversión externa y el haber logrado acuerdos de libre comercio. Perú avanzó en materia de crecimiento económico y pudo sobrepasar la recesión mundial que se tuvo en esos años. No obstante, años después de su segundo periodo, Alan García fue investigado por el caso de “Odebrecht”. En el momento en que lo fueron a detener se suicidó con un disparo en la cabeza.

El resultado de esta breve crónica es que el otro personaje Abimael Guzmán fue detenido en 1992 y murió en la cárcel después de haber estado preso 29 años. Su captura fue el inicio del fin de terrorismo en Perú y en cuyas guerras se estima murieron unas 69,000 personas. El tercer personaje, Alberto Fujimori desarrolló uno de los peores gobiernos de la historia democrática del Perú. Fujimori alcanzó el poder con los votos y pudo reelegirse para un segundo mandato. Con trampas logró un tercer periodo que solo duró unos cuatro meses. Acabó siendo destituido por el congreso y luego condenado a 25 años de cárcel. Esos tres líderes peruanos tuvieron algo en común. Los tres acabaron muy mal. Lo importante de esta historia es lo que nos dijo Franjul al terminar sus reflexiones: “Llevar las luchas redentoras por las vías del extremismo y la violencia entraña graves peligros en cualquier parte del mundo”. A eso yo le agregaría que al hacer este breve viaje y observar el proceso peruano, recordar lo que nos dijo el libertador Simón Bolívar de que nada tan peligroso como dejar permanecer a un mismo ciudadano por largo tiempo en el poder. La realidad es que el deseo continuista y el poder obnubilan la mente del hombre. En este ejemplo el pueblo peruano sigue sufriendo y la nación dando tumbos.

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