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Cuando ruedan las cabezas

El tema de la lucha contra la corrupción y la impunidad, enarbolado como campaña para las elecciones del 2020 por el Presidente Luis Abinader y el PRM, está de nuevo en la palestra pública de cara a los comicios de 2024, aunque en los tres años y medio de la actual gestión no se han mostrado los resultados esperados: el paredón de fusilamiento contra opositores saqueadores de los fondos públicos.

Aunque el gobierno anterior y su partido, el PLD, fueron puestos en ese paredón de fusilamiento, la justicia no ha presentado los resultados esperados, aunque en el paredón moral, aupado por el morbo y la malidicencia, si ha surtido efectos.

Hace unos días, el Partido Revolucionario Moderno (PRM) dio a conocer su preocupación ante lo que denominan una “estrategia mediática” de parte de la oposición que busca “desacreditar” a esa organización política con “ataques sistemáticos”, que estarían “cargados de falsedades”, contra la actual gestión de gobierno.

Esos ataques comenzarían en este enero del 2024 a lo que el partido oficial advierte que esa acción podría desatar una ‘guerra’ político-electoral. Conocedores de sus propias estrategias aplicadas contra sus contrarios, los perremeistas pareden ponerse delante al temer recibir una dosis de su propia medicina.

Un repaso de los últimos tres años y medio, observa que las armas que perremeístas desempolvaron para las contiendas políticas del 2020, han sido seguidas a lo largo de la actual gestión. A sabiendas del daño que esto puede producir, son los oficialistas los que ahora parecen temer que los blancos se reviertan, de cara a las elecciones del 2024.

Las tácticas agresivas como estrategia política del PRM cumplieron su propósito: generar la percepción de que en la gestión de los últimos 16 años, hasta el 2020, se incurrió en todo tipo de prácticas corruptas y de faltas éticas, que se convirtieron en norma de costumbre.

“Tras el propósito cumplido, muchos dirigentes y militantes del PRM exhiben hoy alguna sonrisa nerviosa, de esas que acompañan el sonrojo, al recrear mentalmente la escena del falsificador observando la obra maestra de otro falsificador”, parafraseó un dirigente de la oposición.

Estas experiencias llevan a la reflexión de que un estilo del Gobierno del Presidente Luis Abinader ha sido instaurar una especie de regimen de temor contra desafectos, que amenaza con hacer rodar cabezas de contrarios, en un simil de la escena de la época de la Revolución Francesa, cuando se actuaba sin contemplaciones contra quienes osaban oponerse a los dictados de la jerarquía de dirección, dentro y fuera de la estructura política.

Hoy, si bien físicamente no ‘ruedan las cabezas’, estas si son moralmente sacudidas, reputaciones y libertades conculcadas, fisica y moralmente, cuando en vez de la temida guillotina, se observa el horror en los rostros de acusados y perseguidos por corrupción al recibir los fogonazos de las luces de flases y de focos de las cámaras de reporteros que los persiguen entre los terroríficos pasillos y escaleras por los que son paseados, arreados como ganado, esposados y disfrazados con cascos protectores y chalecos anti balas, hacia el escarnio del banquillo de los acusados, en las salas de tribunales.

Estas escenas, aducía un comentarista de la televisión en estos días, deja una marca indeleble, un tatuaje eterno en la vida de los sometidos, en la de sus familiares y amigos.

El ‘cambio’, entonces, aplicado en los procesos judiciales frente a la denominada lucha contra la corrupción, parece haberse quedado en una retótica de mal gusto, cuando no en una suerte de retaliación y de paredón moral, que mata sin derecho a defensa y de muy dificil reivindicación. Es como aplicar aquel refrán popular de “difama, difama, que algo queda”, que en estos casos prodría similar un “no importa si no es condenado judicialmente, si ya está deshonrado y muerto moralmente”.

Pan y circo

Así ha sido todo este espectáculo, que debió ser ejemplo en la búsqueda de reales caminos que lleven a una sociedad más sana, más pura, como se ha prometido reiteradamente.

Mientras, se distrae la atención de la sociedad, se ‘emboba’ a la gente, pasando las semanas, los meses y los años en medio de una completa incompetencia administrativa gubernamental, tapada, apoyada y encubierta por sectores de opinión pública complacientes, motivada por facilidades disimuladas de servicios publicitarios, así como de sectores de poder adocenados por las complacencias que les permiten ensanchar sus riquezas. Una verdadera conspiración cómplice.

Aquí ‘no se sabe quién es el muerto hasta el día del entierro’, como ‘no se conoce al que sabe o no bailar hasta que sale a la pista’.

El que tema bailar, entonces, que se quede sentado y al que le aterre morir que se cuide de salir a la arena, ya que las cabezas sí ruedan cada cuatro años, cuando el pueblo decide libérrimamente, en la intimidad de las casetas de votación.