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Año nuevo, eventos naturales y salud mental

En los países que constituyen El Caribe, por su posición geográfica, se verifican con mucha frecuencia, eventos naturales catastróficos, tales como: movimientos de tierra, tormentas, ciclones, sismos, sequías e inundaciones que generan desastres, afectando a todos. Por su parte, los ciudadanos, dada la frecuencia de tales eventos, le restan importancia y gravedad al asunto; generando inobservancia a las medidas preventivas, emitidas por las autoridades competentes, para evitar pérdidas humanas y materiales. Pero no siempre es posible porque, ordinariamente, vence la imprudencia, causando calamidad, dolor, luto y daños a la economía y a la salud física y mental.

El cambio climático no sólo representa una amenaza para la salud física, sino también psicológica. Regularmente, cuando los eventos naturales nos azotan, las autoridades centran poca atención sobre las consecuencias mentales de tales sucesos. Y, la aparición de trastornos mentales después de un desastre natural está muy bien definida: depresión, ansiedad, sentimientos de culpa, suicidio, migrañas y trastornos por estrés postraumático. Además, los efectos de la inestabilidad del clima, de las variaciones en la presión atmosférica, y del grado de humedad, están en la base de las citadas enfermedades. Todavía más, aparecen otras variantes de malestar psicológico, tales como la: solastalgia, ecoansiedad o ansiedad ecológica, sobre todo en los más jóvenes.

La ecoansiedad consiste en el temor crónico a un cataclismo ambiental, un estrés causado por los impactos aparentemente irrevocables del cambio climático, y la preocupación por el futuro de uno mismo, de los niños y de las generaciones futuras. Según investigaciones realizadas en el 2022, la ecoansiedad afecta aproximadamente a una décima parte de la población mundial. Por supuesto, las personas que sufren trastornos mentales son más vulnerables a los efectos del cambio climático. Por ejemplo, quienes tienen el trastorno bipolar.

Por su parte, la solastalgia es una palabra acuñada por el filósofo Glenn Albrecht. Surgió de una fusión de las palabras latinas solacium o consuelo y algia, dolor. Describe una forma de angustia, estrés mental o existencial causado por el cambio ambiental, haciendo referencia a la angustia causada en las personas por la pérdida del medioambiente. El término dio nombre a lo que padecen los damnificados por desastres naturales.

Sostiene el psiquiatra, Philippe Conus que “los efectos nocivos del cambio climático en la salud mental deberían reconocerse a escala mundial”.

Por su lado, está también el Trastorno de Déficit de Naturaleza o TDN, una de las enfermedades “psicoterráticas y somaterráticas”, según las bautizó el filósofo australiano Glenn Albrecht. Una condición médica aún no reconocida, que inquieta a muchos jóvenes. Es decir, estamos tan conectados a la tecnología y a las cosas, que ignoramos la creación. El contacto y cuidado de la naturaleza, evita este padecimiento y sus consecuencias. Sus síntomas aún no se han sistematizados, pero se relacionan con: ansiedad, estrés y fatiga atencional. Y también, se ha asociado con cuatro grandes patologías: la obesidad, las enfermedades respiratorias, el trastorno por déficit de atención y la falta de vitamina D. ¡En el nuevo año cuidemos la salud mental y la casa común!