PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
Arrupe ante puertas cerradas y abiertas
El viaje de Arrupe a España en mayo del 1970 no calmó al grupito de jesuitas disidentes. Continuaron quejándose del gobierno de Arrupe y pidiendo volver a la SJ anterior a 1965. En Argentina, Francia, Estados Unidos e Italia surgieron grupos similares. Los de Roma encontraban oídos atentos en el Vaticano. El grupo jesuita disidente “pasó a la clandestinidad, autodenominándose “jesuitas en fidelidad”. Intensificaron sus ataques contra Arrupe y se opusieron a la convocatoria de la Congregación General en 1974. Arrupe no logró espantar el enjambre de quejas en su contra que rondaba las cabezas vaticanas. Tampoco recuperó la confianza de la Santa Sede. En la cara de Arrupe se cerraban puertas.
Pero ante Arrupe y la Iglesia universal se abrían otras puertas. Era necesario entrar por ellas para evangelizar con mayor fidelidad. Recorriendo la India y Sri Lanka llenos de proyectos vitales jesuitas y sobre todo en sus tres viajes a la América Latina, donde se reunió con la Asociación Mundial de Antiguos Alumnos de la Compañía, participó en el Congreso Eucarístico de Bogotá y la II Asamblea Plenaria del Episcopado latinoamericano presidida por Paulo VI, Arrupe experimentó la hiriente contradicción: “en el único continente mayoritariamente católico… la pobreza y la injusticia se imponen como condición apabullante.”
Ya en su primer año como General, escribiendo a los jesuitas de América Latina sobre el apostolado social (1966), Arrupe señalaba “la pobreza y la injusticia” como el desafío prioritario para la fe cristiana. La Compañía había trabajado mucho con las élites en América Latina, era hora de pensar en la justicia para las mayorías.
Paulo VI en la Populorum Progressio (1967) insistió en la solidaridad como la respuesta católica a un mundo injusto. Los Sínodos de los Obispos de 1971 y 1974 afirmaron que la lucha por la justicia es parte integral de la evangelización. En la Evangelii Nuntiandi (1975) Paulo VI abría la puerta hacia la verdadera evangelización que implica transformar con la fuerza del Evangelio: los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación. (EN 19) Los jesuitas definirían así su misión: servicio de la fe y promoción de la justicia.