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Pruebas PISA: El peso abrumador del atraso
Cargadas de expectativas y reñidas con el asombro, llegaron las pruebas PISA. Exaltadas por algunos y minimizadas por otros, con sorpresas mayores y un ligero suspiro de alivio para nuestro país. Y si bien no se esperaban resultados muy diferentes, las notas, empero, fueron recibidas con aires de optimismo y sensación de derrota a la vez. Optimismo, porque en medio de una caída descomunal de hasta 15 puntos a nivel global, y donde sólo 11 países exhibieron avances, la República Dominicana experimentó una pequeña mejoría. Derrota, porque la visión general de las pruebas indica que seguimos pagando el alto precio del atraso, producto del abandono y el descuido de la educación por décadas. Mientras América Latina vuelve a exhibir, sumadas, las consecuencias del fracaso político y el desastre pedagógico.
El Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, en inglés), ha publicado, la primera semana de diciembre, su informe correspondiente al 2022. Aplicadas a estudiantes de 15 años, en 81 países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), las pruebas ponderan las competencias y analizan las respuestas de los sistemas educativos del presente. Probablemente, la preocupación más sentida que ha surgido es la pérdida de 15 puntos en matemáticas (tres veces más que todos los estudios anteriores), y un descenso promedio de 10 puntos en lectura y cuatro puntos en ciencias.
La evaluación, sin escondrijos ni medias tintas, recoge y airea el impacto negativo de la pandemia del Covid-19. Aunque, a decir verdad, la curva descendente se preveía y proyectaba con anterioridad al año 2018, cuando se realizó la última evaluación. Otras falencias, estudiadas dentro y fuera de PISA, advertían que baja calidad, mala inversión e inequidad, afectarían de forma considerable los modelos educativos a escala global. Externos a los efectos demoledores de la pandemia, aparecen preguntas y detalles que saltan a la vista. Entre otros, por ejemplo, ¿cómo un pequeño país, de apenas 720 km cuadrados y unos seis millones de habitantes, se alza con todos los lauros y escala el primer lugar, superando a las demás naciones? ¿Qué ocasionó la bajada brutal de verdaderas potencias educativas como Alemania, Islandia, Noruega y Holanda, que mostraron bajas de hasta 25 puntos o más en el renglón de matemáticas? ¿Por qué, de los primeros 10 puestos, los asiáticos se quedaron con seis, dejando tres lugares a Europa y, en América, ocupando el noveno lugar, solo figura Canadá?
Dentro de los 14 países latinoamericanos y caribeños, la mala noticia sigue siendo la misma: quedar en condición de inferioridad o por debajo del promedio en la tabla mundial. Y, en el mismo tenor, los dos estados que, relativamente avanzaron (República Dominicana y Panamá), lo hicieron porque presentaban niveles tan deprimidos en evaluaciones anteriores, que un pequeño paso puede verse agigantado…Para tener una idea diagnóstica del descalabro educativo latinoamericano, basta echar una mirada breve al análisis de resultados que, en matemáticas, organizó el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La interpretación evidencia que la región está rezagada en cinco años de escolaridad, respecto al promedio de los países OCDE, algo escandalosamente triste; pero, para empeorar más, tiene 10 de años de atraso con relación al líder del ranking mundial, Singapur. ¡Este pequeño gigante del Sudeste asiático, obtuvo 575 puntos! Nuestros dos líderes regionales, Chile (412 puntos) y Uruguay (409 puntos), precariamente ostentan las posiciones 52 y 53 del ranking.
Sin embargo, la diferencia con el resto de los países OCDE, en formación matemática, es de tres años de calidad, equivalente a 20 puntos netos. Una brecha que parece inalcanzable. El panorama ensombrece, todavía más, cuando la misma comparación se realiza entre adolescentes de los dos últimos lugares de Hispanoamérica (República Dominicana y Paraguay), donde el rezago alcanza siete años de distancia escolar. Repetimos: ¡Son siete años de inferioridad en conocimiento general! Un verdadero abismo cognitivo separa las habilidades de nuestros estudiantes al momento de medirnos con sistemas educativos del primer nivel. Dicho de manera simple: Si un adolescente chileno o uruguayo (los más avanzados del continente) se comparan, en calidad de escolaridad, con su igual de Singapur, los suramericanos tendrán ocho años menos de preparación que los asiáticos. ¡Sencillamente catastrófico!
El otro dato revelador que desnuda el informe resulta cuando observamos, en las áreas evaluadas, el pírrico talento mostrado en lecto-escritura. Ya que, en América Latina, el 50% de los estudiantes del nivel general no comprende lo que lee. Entretanto, el líder la región, Chile, tiene 56% de escolares con bajo desempeño en matemáticas, y los salvadoreños arrastran un 89% de deficiencias notables en la misma rama y edad.
De nuestra parte, el 92% de los alumnos dominicanos carece de habilidades aritméticas elementales, pese a la inversión de un 4% del PIB desde el año 2012. Este precipicio educativo, por sí solo, demanda una profunda reflexión, de una transformación inaplazable de la inversión y del modelo educativo aplicado en nuestro país. No obstante, para República Dominicana, las pruebas PISA 2022 mostraron signos ligeros y tortuosos de avances, si comparamos este informe con el 2018. En matemáticas el ascenso fue de 14 puntos, llegando a 339 unidades; la lectura aumentó 9 puntos y logró 351; mientras que el incremento en ciencias fue de 24 puntos para llegar a 360 unidades. A pesar de este destello fugaz, nuestro país ostenta la mayor cantidad de escolares con peor desempeño general del continente: El 92% no logra entender las matemáticas, el 75% reprueba en lectura, y un 77% está distanciado de las ciencias.
La inequidad regional no entra en discusión, es factor preponderante a la hora de examinar las habilidades de los educandos, pues, el 88% de los más pobres muestran pésimos niveles en matemáticas, comparado con el 55% del grupo más rico y acomodado. Para contrastar esta variable, vale recordar que Singapur posee uno de los PIB per cápita más elevados del mundo, con 82,800 dólares, según el Banco Mundial (2022). Pero, el verdadero “milagro educativo de Singapur” radica en el valor de la disciplina, elevada exigencia docente, meritocracia, competencia y segregación positiva por asignaturas.
Buscando explicaciones, debemos asumir que una Nación significa también lo que cada ciudadano posee en su cabeza: conocimientos, valores, deberes y destrezas. Que la educación, por mucho, es la mejor y más inteligente inversión humana. Y que cada ocasión perdida equivale a la creación de una tara, que redundará en atraso y deficiencia o, cuando menos, se traducirá en desviación y frustración social. Recientemente el presidente de la República emitió el decreto 365-23, que integra varias instituciones públicas y privadas y declara “de alta prioridad nacional el proceso de reforma y modernización del sector educativo preuniversitario.”
El propósito, como tantas veces atrás, quedaría en el vacío y la derrota, siempre que se repitan los errores ancestrales de nuestro maltrecho sistema educativo, agolpados en la politización, la caducidad del modelo y su crónico desface epistemológico. Las pruebas PISA, mal que bien, reiteraron la tendencia envejeciente, reproducida en las fallas de un modelo educativo atrapado en el atraso y la etapa industrial. ¿Este pequeñísimo alivio, nos hará cambiar de rumbo y estrategia? Ojalá…