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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Ejercicios espirituales para buscar la voluntad divina

Los cambios aprobados por la Congregación General 31 no eran fruto de apresuradas decisiones administrativas, como tampoco lo fueron las grandes transformaciones del Concilio Vaticano II. Ambas reflejaban un sentir que se fue gestando a lo largo de décadas, que motivó serias investigaciones y respondían a “clamores previos”. Antes de Arrupe y de la Congregación General 31 ya se venían cocinando. Ahora le tocaba al nuevo General aplicarlas. Arrupe se situó así ante los grandes cambios de su momento: “No tengo miedo al nuevo mundo que surge. Temo más bien que los jesuitas tengan poco o nada que ofrecer a ese mundo, poco o nada que decir o hacer, que pueda justificar nuestra existencia como jesuitas. Me espanta que podamos dar respuestas de ayer a los problemas de mañana. No pretendemos defender nuestras equivocaciones, pero tampoco queremos cometer la mayor de todas: la de esperar con los brazos cruzados y no hacer nada por miedo a equivocarnos.”

El Padre Arrupe apoyó “un verdadero redescubrimiento de los Ejercicios y de la espiritualidad de san Ignacio”. Desde la Restauración de la Compañía en 1814, al decir de Mikel Viana los Ejercicios “habían ido perdiendo su fisonomía propia en el período restauracionista”. Si la Compañía iba a caminar caminos nuevos era necesario que todo jesuita se enraizara en los Ejercicios de San Ignacio, así se recuperaría “la originalidad, creatividad, prontitud de respuesta y espíritu fronterizo de los primeros jesuitas”. Por iniciativa de Arrupe se creó en Roma el Centro Ignaciano de Espiritualidad (CIS) Diversas provincias pronto fundaron sus propios centros. Todo esto ha llevado a que cada vez se conozcan mejor y se practiquen con mayor fidelidad los Ejercicios Espirituales en sus diversas modalidades. Nuestra sociedad secularizada no tiene a Dios como referencia, pero los creyentes encuentran en los Ejercicios un método para “buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de sus vidas” sin dejarse condicionar por las trampas del egoísmo y la egolatría.

En una conferencia en Loyola, el verano de 1974, Arrupe explicaba cómo el carisma apostólico de Ignacio había cristalizaron en los Ejercicios y las Constituciones. Los cambios de la Congregación General 31 pretendían una mayor fidelidad al carisma de Ignacio,

(Ver, Viana, Mikel: Pedro Arrupe: el sentido de un Centenario 288 Revista Internacional de Estudios Vascos, 53, 1, 2008, 277-303).

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