POLÍTICA Y CULTURA

¡Unir al país tras el liderazgo de Abinader!

Los caminos están delimitados en el actual desafío electoral en torno a la posibilidad de consolidar el proceso democrático nacional. Las posibilidades se expresan en un tejido de realidades y objetivos concretos. En el contexto de las diferentes fuerzas que gravitan actualmente sobre el hilo de las luchas sociales y de las potencias y los bloque hegemónicos en diferentes escenarios, el elemento determinante de gobernabilidad democrática, lo establece el conjunto de posibilidades que garantizan la estabilidad social y económica de una nación. Los objetivos y fines de la lucha política estaban imbuidos de la consecución de categorías históricas reformuladas después de las recomposición del mundo y las llamadas áreas de influencias de la grandes potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial contra el nazi fascismo. El marco del mundo actual es esencialmente distinto. La evolución y demarcación de intereses han cambiado el reordenamiento que presumieron los enfrentamientos ideológicos de las grandes potencias, el barullo generado por la nueva confusión de lenguas creadas al ritmo de los fanatismos envolventes de nuevo tipo, y de la recetas de las élites de los organismos financieros, bajo las nuevas vestimentas del autoritarismo y la “torre de babel” de las funciones tradicionales de la estructuración y ritmo del pensamiento liberal, llevado a extremos sofocantes de individualismo y negación simultanea de categorías biológicas, bajo un mandato compulsivo de disolución de cadenas históricas de valoración familiar, extremando en muchos casos el ascenso ruin de la escoria en la penetración de medios de comunicación a nivel global. Todo el ascenso de la plebe, no del componente humilde y coherente de la convivencia social, sino de la más disoluta excrecencia, ha convertido una parte de los espectáculos artísticos, por ejemplo, en selva internacional de fieras, lasciva imagen de antropoides. Algunas entidades de carácter religioso lucen impotentes con ese lastre nacional, pero conservan en sus pronunciamientos, reservas éticas importantes pero infructuosas para lidiar eficazmente en esos escenarios degradados.

Hay una compulsiva necesidad de preservar el camino democrático, consciente de que nuestro país, no puede retroceder en la marcha iniciada de persecución efectiva de la corrupción, la lenidad con la que actuaban en el pasado los organismos llamados a conjurar el dolo y el enriquecimiento ilícito. La democracia dominicana no es perfecta porque el cuerpo social que la sustenta no lo es, viene inficionado por una praxis delictiva, con excepciones memorables en la vida nacional, pero de lo que se trata ahora, es de aglutinar la mayor cantidad de ciudadanos tras un proceso que profundice el camino de honestidad y buenas acciones sociales. Gente decente y honrada las hay en prácticamente todas las organizaciones políticas. No se puede ser absolutos, pero se debe tener la firmeza para unir a todos los dominicanos que están en disposición de integrarse al proceso ético actual.

Gobernar un país es una tarea de gigantes por la cantidad de intereses egoístas que perviven alrededor del Estado, pero creo sinceramente que el Presidente Abinader, es un mandatario que ha emprendido una batalla contra todos los haberes nefandos, que ha rescatado con garbo la nacionalidad dominicana, siendo su discurso cónsono con la herencia patriótica de Duarte, que no ha cometido un solo acto que haya comprometido el interés nacional. Una administración de Gobierno está sujeta no solamente a la voluntad de un Presidente, sino a los correctivos que hacen posible su transparencia.

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