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Decadencia de la escuela dominicana

El concepto decadencia, según el Diccionario de la Real Academia, significa “ir a menos”. Es decir, consiste en una pérdida progresiva de la fuerza, de la intensidad, de la importancia de una cosa o de una persona. Les confieso que mientras escribía cada palabra de este artículo sentía el dolor agudo e intenso del Sistema Educativo Dominicana en este momento.

Hace décadas que las autoridades educativas y los gobiernos de turno hablan de la educación y de la escuela dominicana, pero con muy poca eficacia; nos ha faltado un proyecto serio de nación para enfrentar el problema y resolverlo. Se han dado pasos importantes e interesantes. Por ejemplo: designar el 4% del PIB del país a la educación. Pero, realmente, eso no se está cumpliendo. Entre la sanguijuela de la corrupción, que hace languidecer el presupuesto; la falta de planificación coordinada, la lenta burocracia que no permite gestionar oportunamente los procesos; el precario o nulo monitoreo de los planteles escolares y de su estado; los gremios que defienden sus derechos, atando y amordazando el derecho de otros a recibir una educación de calidad: están incrementando la decadencia y el fuerte malestar de la escuela dominicana.

Otras realidades que están haciendo que la escuela dominicana vaya a menos cada día son: la inversión pírrica en la actualización de los docentes; los departamentos de orientación y psicología, donde existen, son sumamente frágiles. Los niveles de violencia vigente en los barrios, en las familias, en las escuelas y en la sociedad, en general, son altísimos. Las bajas destrezas en el manejo de la violencia y de la indisciplina, por parte de los docentes, imposibilitan el aprovechamiento académico.

También, con la pandemia del COVID-19 se ha incrementado el porciento de niños con condición psiquiátrica que deben ser atendidos y medicados porque son un peligro para ellos mismos, para sus iguales, para la familia y para la escuela. Los infantes con esta condición, si no son asistidos debidamente, comprometen la disciplina en el aula y el aprovechamiento académico de ellos y de sus compañeros.

Adicionemos a esto el déficit de aulas en todo el territorio nacional, así como la falta de sillas y mesas. Pero más aun, una escuela donde faltan los profesores de idiomas, de matemáticas y de informática; y qué no decir de la precariedad del personal auxiliar o de limpieza. Además, es penoso ver estudiantes teniendo como cobijo un árbol o ingerir sus alimentos teniendo el suelo como mesa y como silla. Aún más, no se educa para adquirir buenos hábitos alimenticios al ofrecer una dieta poco balanceada.

No digamos nada de los libros de texto; el último espectáculo escenificado en los medios habla por sí mismo. Esta realidad parte el alma, actuemos con firmeza y decisión. ¡Optimicemos los recursos!

Los profesores, los Distritos escolares y las Regionales educativas, ante tantas carencias y urgencias, no saben qué hacer. Invito a las autoridades centrales de educación a poner más su atención en estas precariedades reales que promueven la falta de dignidad de la escuela.