SIN PAÑOS TIBIOS
La frontera es de doble vía
Desde el 11 de septiembre, día en que el gobierno dominicano cerró la frontera en respuesta a la decisión unilateral del gobierno haitiano de construir un canal de trasvase parcial en el río Masacre, ha habido dos interrogantes sobre la mesa. Una, que tiene que ver con la pertinencia y efectividad de la medida, y otra, sobre su sostenibilidad. Hay muchas respuestas para esas dos preguntas, y, de telón de fondo, las elecciones presidenciales de mayo, que hacen difícil ser objetivo y riguroso en cualquier análisis.
Sin importar las razones que mueven a los políticos a adoptar determinadas posiciones, hay un hecho que no se puede soslayar: siempre se supo que el cierre tendría consecuencias económicas para productores, intermediarios, comerciantes y todos los actores vinculados al mercado transfronterizo.
Lo que en su momento se preguntó, era si a corto plazo ese impacto económico debía pesar más que lo que a largo plazo representa la mayor amenaza a la supervivencia de la nación dominicana, esto es, una frontera abierta y descontrolada.
Como en todo, cada quien tiene algo de verdad y tan legítimas son las preocupaciones en cuanto al impacto económico del cierre, como la sostenibilidad de las medidas en el tiempo; en el plano político, se podría lograr algún beneficio con la situación, en función de cómo el gobierno sacaría la pata sin decir que la metió; o si más bien (que es su derecho) no negaría la pertinencia de las medidas, sino que las justificaría y mantendría (que argumentos le sobran). Con el calendario corriendo, el cerco en el relato se estrechaba y abrir la frontera era cuestión de tiempo, hasta que, finalmente, el gobierno anunció el pasado lunes una apertura parcial, bajo nuevas condiciones de intercambio. Que la comunicación de Palacio haya fallado de nuevo, y que –lejos de posicionar el paquete de medidas como una reafirmación de las anteriores– se haya dejado anotar en el imaginario colectivo el gol de que el gobierno “reculó”, más que inteligencia de la oposición se debe a torpeza propia, pero, más allá del estropicio, queda la contundencia de las medidas, que al final es lo que cuenta.
La apertura de corredores comerciales provisionales es una medida inteligente, pues neutraliza potenciales comentarios y reportajes internacionales que pudieran vender la idea de un bloqueo, a la vez que constituye una salida a las demandas de productores agropecuarios que llevan semanas con pérdidas, no compensadas apropiadamente. La frontera no debe estar manga por hombro y todas las medidas de control que tome el gobierno son pocas para lo que la situación demanda. Ahora bien, que en Haití no haya gobierno no significa que no exista dignidad, que a ellos también les sobra; habrá que ver entonces si dejarán pasar nuestros productos a cambio de nada, o si con la sonrisa del que sabe que se cobrará una afrenta, nos dejarán con la puerta cerrada en la cara. Hoy lo sabremos.