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SIN PAÑOS TIBIOS

La patria no se vende por libras

¿Cuánto vale la libertad?, ¿cuánto vale la independencia?, ¿para qué sirve la soberanía si no es para ejercerla?, ¿a quién tendremos que rendir cuentas por lo que hicimos o dejamos de hacer para mantener y defender la patria que nuestros fundadores nos legaron?, ¿a un contador o a Duarte? Las preguntas pueden que sean cursis, mucho más en estos tiempos en donde se nos dice que nada de aquello que nos enseñaron en la escuela sirve para algo, porque lo importante es el negocio; lo importante es fluir en el río de la deconstrucción de los paradigmas en aras de la corrección política; fluir en ese río que un día crecerá y lo barrerá todo.

Desde septiembre de 2021 Abinader advirtió en la ONU que la solución a Haití no sería dominicana y, desde ese momento, fue una solitaria y persistente voz que nunca se cansó de exigir lo que finalmente se concretó el pasado lunes: que la ONU asumiera su responsabilidad y tomara acciones firmes en el vecino país.

Pedir en medio de una campaña electoral unidad en torno a la actual crisis con Haití, era algo de ilusos, pues si no la hubo con Danilo en la pandemia, mucho menos para con Luis y el canal. Ahora bien, una vez materializadas las medidas de cierre y militarización de la frontera, y habiéndose quitado la careta el “gobierno” haitiano, sólo queda cerrar filas como Fuenteovejuna en torno a la política exterior del Estado, y en ello no puede haber fisuras.

La misma obligación que tiene el gobierno en mantener sellada la frontera es la que tiene de establecer mecanismos urgentes e inmediatos para compensar por el cierre a los productores, comerciantes y toda la cadena de valor que depende del comercio fronterizo. Así como el gobierno ha sido ágil para mover tropas y equipos, así debió de haber previsto la extensión total del impacto económico de sus medidas, establecer contingencias monetarias apropiadas y mecanismos de implementación efectivos.

Dicho esto, bajo ninguna circunstancia el negocio y los empleos que allí se generan constituyen una razón suficiente para condicionar la validez, vigencia y permanencia de las medidas adoptadas por el gobierno. Hay que buscarle la vuelta a quienes de este lado de la frontera pierden con ella cerrada; si, y hay que hacerlo rápido, pero no por ello debemos ceder un ápice en nuestra determinación y firmeza frente a Haití, único lenguaje que su “gobierno” entiende.

En el momento del mayor desafío a nuestra soberanía de las últimas décadas, la política exterior del Estado dominicano no puede estar condicionada en función de gallinas ponedoras, salamis, pasta, calzoncillos, cemento, varillas, etc. Si llegamos ahí, cerremos esto y el último que quede que apague la luz de la nación dominicana.