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SIN PAÑOS TIBIOS

Antes que el agua baje

Si lo del cambio climático va en serio (sarcasmo), entonces, cada vez serán más frecuentes tormentas como la reciente, erráticas y destructivas; de ser así, habría que preguntarse si nuestras ciudades cuentan con las infraestructuras de drenaje pluvial adecuadas. La pregunta es necia pero necesaria, pues es evidente que cuando en esta ciudad llueve, muchas de sus vías se inundan.

Como todo problema complejo, en él convergen muchas variables y una sola explicación no sería suficiente; ya sea la ausencia de ordenamiento territorial y su crecimiento urbano no planificado; su limitada infraestructura de drenaje pluvial y sanitario; la falta de mantenimiento preventivo y limpieza de imbornales; el manejo inadecuado de residuos sólidos y la escasa educación cívica, etc.; pero, de todos ellos, el más importante no está cuantificado: voluntad política.

En efecto, la ciudad cuenta con varios planes proyectados, presupuestos, hojas de ruta, identificación de prioridades, etc. Sobre el problema convergen y se solapan competencias municipales y del gobierno central; y, como sempiterno telón de fondo, hay una pobre coordinación interinstitucional y presupuestos limitados.

La realidad de hoy es que, tras décadas de postergar la puesta en marcha de la solución definitiva, su necesaria implementación se antoja inmediata, traumática e incosteable. Todos los presidentes han hablado sobre las inundaciones en el Gran Santo Domingo, es cierto, pero sólo cuando el agua nos llega al pecho (literalmente)… pero ya urge hacer algo.

Si US1,000 millones (¿?) nos costaría una red de drenaje pluvial eficiente, ¿cuánto nos cuesta no hacerla?, ¿cuántos millones se pierden en carros averiados, casas inundadas (ajuares, enseres, electrodomésticos), comercios afectados, enfermedades, muertes, calidad de vida de la gente?, ¿acaso eso no significa nada?

El problema de fondo es político. Es imposible financiar una infraestructura de esa envergadura sin hablar de impuestos o préstamos; y mucho más lo es, porque esa obra de ingeniería, tan ambiciosa como necesaria, estaría bajo tierra (¡nadie la vería!) y eso no suma votos. ¿Qué tanto más necesitamos inundarnos en los ríos urbanos de nuestra miseria para encontrar el valor y el coraje necesario para hacer lo que hay que hacer?

Elegimos a los presidentes para que tomen por nosotros las decisiones difíciles e incómodas que nadie más quiere tomar; las decisiones valientes y firmes; esas que separan a los estadistas de los gobernantes.

Esperamos que esta vez no pase lo que con los demás ya ha pasado, que sólo esperan que el agua baje, para hablar de otra cosa y pasar página… el tiempo dirá.