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QUO VADIS

Por poco no va

La diplomacia vaticana es una de las más estrictas del mundo, ya que se maneja con un código ético diferente, de acuerdo a sus principios religiosos. Por esa razón, constantemente puede observarse cómo es el Estado que mayores condiciones pone a quienes son postulados como embajadores por las diferentes naciones del mundo y rechaza muchas solicitudes de beneplácitos.

Los dominicanos también hemos tenido esa experiencia. Un caso relevante fue en los inicios de los años 80, cuando se propuso la designación de un embajador dominicano ante la Santa Sede, el cual estaba casado en segundas nupcias. En la especie el candidato a embajador se había casado en primeras nupcias por lo civil, se divorció y se volvió a casar por lo civil. Pero su esposa, también, se había casado por lo civil y por la Iglesia en primeras nupcias, divorciada, y casada por lo civil en el segundo matrimonio. Ante esta situación, el Vaticano no otorgaba el plácet.

El embajador y político, con una hoja de servicio admirable, exministro de diversas carteras, tenía un gran interés en esa embajada. En aquel momento empezó una mediación que conllevó varias reuniones entre el embajador Miguel Antonio Rodríguez Cabrer, Jefe de Protocolo y Ceremonial de Estado, y monseñor Blasco Francisco Collaco, Nuncio Apostólico de Su Santidad y Decano del Cuerpo Diplomático.

En una de esas reuniones el Nuncio, dentro de la mayor discreción, le manifestó al embajador Rodríguez, que no se podía otorgar el beneplácito ya que la señora del embajador estaba casada por la Iglesia y había contraído matrimonio civil sin haberse anulado el canónico. Una indirecta para que se solucionara el impasse.

Inmediatamente, según los relatos de Rodríguez Cabrer, se localizó a monseñor Miguel Ángel Santana Marcano, quien era juez presidente de Tribunal Eclesiástico de Santo Domingo para iniciar el proceso de anulación del primer matrimonio de la señora, la cual en un tiempo récord se otorgó. Salvada esta situación, entonces el Vaticano dio su aquiescencia para que ese personaje pudiese ser embajador ante la Santa Sede, aunque por poco no va.

Años después, se presentó también una situación similar, cuando una persona que había sido encontrada en un flagrante delito de sangre, aunque los tribunales lo habían descargado, pero estuvo involucrado en la muerte de otra persona. El Vaticano rechazó el beneplácito a esa persona y tuvo que ser designado en una nación cercana.

En tanto, la denegación de plácet van desde postulaciones norteamericanas como Caroline Kennedy, por su apoyo al derecho al aborto; el francés Laurent Stefanini, por su militancia gay; el escritor búlgaro Kiril Marichkov por sus libros blasfemos; el argentino Luis Bellando por sus segundas nupcias; y recientemente el libanés Johnny Ibrahim por ser masón.

La diplomacia vaticana no admite ciertos parámetros que riñen con sus principios, conocemos de decenas de casos más en que no han sido admitidos embajadores, denegaciones que, sin ser oficiales ni directas, se hacen evidentes al no otorgarse el plácet.