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QUO VADIS

Una sentencia macabra

Los finales de todos los regímenes de fuerza siempre se tornan más crueles y sangrientos. A inicios de 1959, Rafael L. Trujillo había dispuesto la instalación de una oficina de relaciones públicas en Nueva York, con el objetivo de mitigar los artículos del periodista norteamericano Tad Szulc, quien en cada una de sus entregas en el diario The New York Times realizaba severas críticas sobre el régimen.

Esta oficina estaba regentada precisamente por el más descarnado de los esbirros de la dictadura, Johnny Abbes, jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), de quien afirma el amigo y escritor Tony Raful, en su novela “Johnny Abbes; ¡vivo, suelto y sin expediente!”, que “no murió en Haití. Está vivo, suelto y no tiene expediente acusatorio” y que se encuentra deambulando por la urbe newyorkina.

El dictador estaba incómodo porque esa oficina no estaba haciendo el trabajo para el que había sido creada, gastando altas sumas, mientras Szulc era cada vez más incisivo contra la dictadura.

Trujillo instruyó a Ramón Marrero Aristy para que realizara una investigación, para lo cual el ministro se trasladó a Nueva York, dando un informe negativo sobre la gestión de Abbes.

El novelista en ese momento despertaba mucha envidia, pues era alabado por un grupo de escritores latinoamericanos por su magnífica novela e incluso hasta el profesor Juan Bosch, quien se encontraba en el exilio, hizo una crítica de “Over” aseverando que su autor “era el joven literato más talentoso de Latinoamérica”.

Lo que no sabía el autor de “Over” es que esa pequeña sutileza de un informe marcaría definitivamente su destino. Trujillo recriminó a Abbes, quien ni corto ni perezoso decidió en ese momento sentenciar la muerte del ministro. Incluso le insinuó al sátrapa la posibilidad de que Marrero fuera la fuente principal de los artículos de Szulc.

El 19 de julio de 1959 se había anunciado a través del periódico el Caribe, el accidente automovilístico de Marrero Aristy en la carretera Bonao–Constanza, hecho ocurrido el 17 de julio, precisamente el día que Belisa su hija cumplía sus 8 años.

La reacción de Trujillo fue cuestionar hipócritamente, con cara de asombro: “¿Y qué hacía Marrero por Constanza?”. Dando “el más sentido pésame” a la viuda y ofreciéndole una diputación, que ella rechazó.

Este crimen casi no tuvo repercusión, pues la atención estaba dirigida a la llegada un mes antes de los expedicionarios de Constanza, Maimón y Estero Hondo.

En el pueblo se había difundido el rumor de su asesinato: unos decían que por el mismo Trujillo en el Palacio Nacional y otros que fueron los esbirros, en una versión más creíble, y lo lanzaron por un precipicio en la carretera de Constanza simulando un accidente.

El 20 de julio de 1959 se enterraban los restos de Ramón Marrero Aristy, en el cementerio nacional de la Av. Máximo Gómez, con los honores militares correspondiente a su investidura de Secretario de Estado de Trabajo. 

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