Desde mi pluma
Flores o espinas…pero historia
Recientemente escribí un reportaje sobre la Masacre de Perejil, la matanza de haitianos ordenada por el dictador Rafael Leónidas Trujillo en1937 y quedé sorprendida con la cantidad de comentarios que, en lugar de referirse al hecho per se, se enfocaron en criticar la publicación tildando al medio e incluso a mi persona de ser “ignorantes”, “antipatriotas” y “enemigos del país”.
No todos los comentarios eran insultos, mucha gente difirió con respeto argumentando que hay otros episodios del pasado donde la historia era al revés y eran los dominicanos las víctimas. Pero eso también se ha contado.
Soy de los que cree que la historia no debe ser olvidada, eso incluye sus capítulos más oscuros, esos hechos que nos dan vergüenza, que no despiertan nuestro orgullo o que quisiéramos borrar, porque cada uno de ellos ayudó a corregir nuestras deficiencias como Estado y nación, ha servido como referente para la defensa de los Derechos Humanos, como ejemplo de lo que no podemos permitir que se repita, pero especialmente, nos ha hecho más recelosos de nuestra democracia.
La memoria de los pueblos es un tesoro valioso que debe pulirse permanentemente para que las generaciones venideras también la valoren, la juzguen o enaltezcan.
A partir de la experiencia que hoy comparto reflexiono que pretender que no existió un Trujillo, que no existió una matanza, que no murieron miles de inocentes, por las motivaciones que fueran, eso sí es un grave error. Justificar un crimen con otro también lo es.
El hecho de que elijamos seguir de largo e ignorar los temas que nos incomodan no nos hace mejores.