SIN PAÑOS TIBIOS
Medio Ambiente en rojo
El rojo no sólo es un color, también es un indicador... Un marcador cromático cuya presencia remite a la sangre que, aunque vida, derramada se convierte en muerte. El semáforo rojo, el teléfono rojo, o el indicador de resultado al momento de evaluar una gestión.
El desafío de cambiar todo un paradigma de interacción con el medio ambiente a nivel intergeneracional es muy grande para lograrlo en poco tiempo. Es de justos reconocer los titánicos esfuerzos de ambientalistas, expertos y academias en educar y crear conciencia al respecto, pero, sin la voluntad firme, decidida y comprometida del Estado, el proceso se torna lento, y acelerarlo para romper la inercia institucional histórica requiere de voluntad política al más alto nivel, tiempo y recursos.
El Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MIMARENA) ha sido visto tradicionalmente como un mero sello gomígrafo que certifica que se cumplió con un trámite, el cual se percibe más como un fastidio legal, que como el punto final de un proceso cuyo cumplimiento garantiza la sostenibilidad ambiental del modelo de negocio subyacente en toda iniciativa económica.
Si el MIMARENA algún día se dignara a ser lo que la ley le ordena ser, sería uno de los ministerios más importantes y decisivos del Estado dominicano, ya que el impacto de sus ejecutorias es transversal en la mayoría de los emprendimientos que realizan los ciudadanos y empresas, y sus autorizaciones constituyen un requisito fundamental e imprescindible para poder realizar proyectos de infraestructura, industriales, hoteleros y un largo etcétera.
Si MIMARENA funcionara correctamente, si los permisos que está llamado a otorgar en función de cada solicitud que recibe fueran evaluados justo en el tiempo que su reglamentación interna determina, los agentes económicos podrían planificar mejor, sus decisiones financieras tendrían mayores niveles de certidumbre y los promotores establecerían cronogramas de ejecuciones de obras ajustados a una secuencia racional, no al capricho administrativo. En los hechos, medio país está parado en los viceministerios de “Suelos y Agua” y de “Gestión Ambiental”; en sus escritorios duermen, sin explicaciones, cientos de expedientes de proyectos que totalizan miles de millones de pesos en inversiones (nacional y extranjera); miles de empleos; y miles de millones más que [re]circularían gracias al efecto derrame generado durante sus ejecutorias; pero, al parecer, a nadie le importa eso. En los hechos, allí están saboteando el gobierno de Luis Abinader.
Justo en el borde de lo racional se acaban las explicaciones para justificar estas actuaciones, estas negativas, esta obscena displicencia, esta indolencia institucional. Más allá de la línea de lo justificable está el terreno de la especulación, el rumor público capaz de empañar la situación de cualquier ciudadano.