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La vanidad

La vanidad es un homenaje espléndido en primera persona. Es un tributo al yo. Un autoelogio cargado de admiración por sí mismo. La vanidad, en estos tiempos, se expresa a través de los símbolos que categorizan a las personas. Exhibir o exhibirse en vehículos de lujo, vestir la ropa de las más costosas marcas, mostrar el bienestar a través de las prendas, de las citas en los restaurantes más cotizados, en fin, mostrar y mostrarse de la manera que hable mejor de la condición económica del sujeto, es la expresión moderna de la vanidad. La categoría social se adquiere en esta era con poses, y no con méritos académicos ni intelectuales. Los requisitos para ser bien ponderado y bien recibido en ciertas instancias sociales, son de carácter económicos, nunca conductuales, ni morales, ni profesionales.

La gente solo se hace notar hoy por lo que exhibe y no por lo que verdaderamente es.

El código de la vanidad social de este tiempo valora lo superficialmente tangible. La categorización de las personas viene hoy en cajas vacías. De ahí que la gente haga tanto alardes de lo que finge ser. El escándalo tiene asegurado un espacio de “éxito”en esta era de youtuber e influencer. Porque esta generación delira por lo fastuo y hace cualquier cosa por mostrarse como tal. Las prendas humanas vienen determinadas por la apariencia. Se vive de apariencias. De trivialidades. La gente da cualquier cosa por aparentar ser élite social. En esto fundamentan su existencia y solo así son “felices”.

Finalmente, y parafraseando al poeta inglés Alexander Pope, en este tiempo muchas personas son como las hojas, que cuando abundan, poco fruto hay entre ellas.

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