pensando

Ser independiente

Dios nos regala la sabiduría y con ella el discernimiento para lograr nuestra independencia. Es la bendición más grande porque nos hace libres de decidir el camino que queremos tomar en nuestras vidas. La templanza es la postura inequívoca que cataliza nuestra firmeza a la hora de actuar entre lo saludable y lo nocivo. Sentirse independiente es colocarse al margen de la simulación y el resentimiento de los que no se nutrieron con el alimento de una formación familiar integral, para así saber delimitar y recibir el sustento de la sinceridad de los verdaderos amigos que nos rodean. Se goza de independencia cuando la razón sabe diferenciar al que se regocija en una posición y al que deposita su bienestar en el patrimonio de la honestidad. El protagonismo debe sustentarse en el pudor de las acciones apegadas a los principios morales. Así maduramos las decisiones y con ellas logramos la independencia de criterios que nos hace dueños de un espacio donde no se negocia el respeto. Debemos independizarnos de ciertos simuladores de saco y corbata, creando una frontera intransitable para los que pululan en un ambiente divorciado de los mejores intereses de la sociedad en el ámbito deportivo, político y social. Pidamos pues a Dios su benevolencia para que podamos levantar nuestra mirada tan alta como las estrellas y llegar al lugar más sagrado donde descansan los seres dignos de Su amor.  

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