“Presidente, ya está bueno”
Retumbó en las paredes y túneles del sistema de salud dominicano cual detonación expansiva e insospechada.
En medio de la perorata de la reelección imposible empeñada en solapar y opacar los hechos graves de desviar, hacia construcciones y remodelaciones de hospitales, los fondos legítimamente aprobados para la Atención de la salud.
Meses antes había proclamado “Salud es más que hospitales”, al centro de aquella toma casi aérea, en la ciudadela hospitalaria en derrumbe y destrucción. El entorno y ambiente parecían haber sufrido el bombardeo de aquellos “Massive Ordnance Penetrator” de Estados Unidos, misiles anti bunker inaugurados con el modelo GBU+57A/B en la guerra del Golfo Pérsico, en la ofensiva de persecución y destrucción contra las instalaciones, guaridas, almacenes y municiones de Osama bin Laden y Saddam Hussein.
Para ser re-construidas aquellas ciudadelas hospitalarias fueron demolidas, como si sobre ellas hubiesen caído 5 mil kilos de explosivos.
“Presidente, ya está bueno” quizás imploraba al mandatario detener aquel “bombardeo” de sus huestes que redirigían los recursos de salud hacia edificaciones y remodelaciones, dejando sin recursos la labor preventiva, la educación en salud y las estrategias de calidad del sistema de salubridad nacional. Sólo la explotación intensa de amigos, parciales, aliados, mercenarios y enemigos permitieron lograr que los medios de información fueran los reales protagonistas en el financiamiento de la política preventiva contra el Zika, la Malaria y la Chikungunya cuando sus expansiones globales encontraron los favores que de hecho les ofrecieron aquella reducción a casi cero del financiamiento público de la salud.
También la híper explotación de los médicos. Se les instruyó —y algunos aceptaron—“dar seguimiento” a sus pacientes a través de Whatsapp, en coordinación comprometida que iniciaba en la solicitud de atención o detección de casos hasta su solución por las vías intercambiables, flexibles y coordinadas de galenos entusiastas jamás premiados.
Continúa resonando la frase aunque quizás muchos la olvidaron. “Presidente, ya está bueno” habita un relicario en la consciencia que atesora las verdades. Resurge ante un hecho que la reinserta, retornándole vigencia: la decisión de un juez, imponiendo medidas restrictivas o de coerción que envían a varios ex funcionarios a la cárcel y a otros les restringe la libertad hasta tanto sean enjuiciados.
“Presidente, ya está bueno” fue alerta previsora a la que nadie quiso poner caso. Sus supuestos ahora pueden ponderarse; si apuntan hacia —o delatan— el origen del mal de los últimos veinticuatro años: la impunidad purulenta e infecciosa emanando desde el vértice de corruptela anidada en el ápice del poder político dominicano al punto que “Todos empezaron a exigir el derecho a corromperse”. Y renunció.
Nadie en la historia republicana tuvo el coraje para hacerlo: enfrentar —desde un liderazgo ministerial asumido también como vanguardia ética— la corrupción del gobierno propio; advirtiendo, en un lenguaje encapsulado que del contexto adquiría sólo parte de su acepción, sobre la necesidad de detener ese mal tan profundo y deplorable, añejo y despreciable llamado desviación de fondos para favorecer la corrupción al amparo de una garantizada impunidad.
En la guerra contra ese hórrido flagelo celebramos que la Justicia inicie los pinitos que pueden llevarla a ganar el maratón.