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Glosando la incuria histórica (fragmentos)

Los tiempos conjugados por la órbita terrestre nos apolillan, son rotaciones de creencias que se hilvanan, emanan del tablero milenario de la conciencia fragmentada, envueltos en la morfología ritual de la memoria exultante, de los cánticos al vacío celeste, a las corrientes semovientes de los mares encrespados.

Es magia, sortilegio y espasmos, corrientes migratorias que bordearon los espadachines del cielo en llamas, los pioneros que buscaron en los polos, mundos sumergidos para compartirlos en ambrosía, a los dioses les debemos los fabulosos alumbramientos de la imaginación calcinante, somos sus diminutos herederos de la luz mortecina. ¿Cómo surgen las criaturas que explosionan la imaginación, la órbita constelada de la utopía? Hablamos del siglo XV bajo navegaciones sombrías de conquistadores en el orbe rompiente de todas las codicias. Y hablamos de emigraciones continuas en las laderas, y en las cabezas rumiantes del tejido adiposo de los poblamientos, en canoas y laderas desde donde se trasladaban las primeras tratas de conquista y dominación. La falda del Orinoco fluyendo como una lluvia somera sobre canoas y arbustos para incursionar y asentar nuevos poblamientos, no caminaban, saltaban, el lenguaje complejo de la necesidad parió entonces la música primaria de los sonidos, la aleación primordial del instinto, el milagro cóncavo de la música y el canto, esa danza que mece rítmicamente el cuerpo y nos conecta con el inconsciente colectivo.

Así llegaron al paraíso de los hombres buenos los conquistadores y piratas deslumbrados por un nuevo mundo primario y desconcertante. Los taínos ocupaban la superficie de prácticamente toda la Isla de La Española y otras islas adyacentes. Los taínos vinieron de los primeros pobladores arahuacos, 300 años antes de la irrupción del Gran Almirante de la Mar Oceánica. Resalta que cuando asomaron los conquistadores a finales del siglo XV, los taínos se encontraban en el umbral de la etapa cultural conocida como “señoríos”, con el surgimiento de las jefaturas sociales llamadas “cacicazgos”. “Su patrón de asentamiento era sedentario y jerárquico y mostraba el nivel de evolución socio económico y cultural más elevado entre los grupos indígenas que poblaron el área insular del Caribe”. conlleva la multiplicidad de creencias, todas motivadas por la búsqueda de sentido a esta anarquía espiritual y social que nos fragmenta y rotula en ese tránsito cuasi oligofrénico de procurar el salto de las estructuras primarias de los instintos hacia la trascendencia del alma, incorpórea, sutil, anímica. Diversos autores coinciden en señalar que el Cemí de algodón, envuelto en un halo misterioso, extraño y propio de la cultura taína, pudo ser confeccionado a finales del siglo XV.

Inmediatamente surgen las interrogantes alrededor de una condición especial. Es el único Cemí de Algodón conservado hasta ahora. Su hallazgo fue casual. No había en el territorio de la isla ningún descubrimiento parecido con las características de este numen o soplo de iniciación mágico religioso de los poblamientos taínos. Me refiero de manera específica a la fisonomía que asume este muñeco impresionante. Creación de la cultura taína el Cemí de algodón, fue “descubierto” en el refugio que las huestes taínas le habían destinado con el objetivo primario de que sobreviviera, al ocultarlo, a lo que sería mucho después en la segunda mitad del siglo 19 el proceso de extinción, mercancía y trata de piezas arqueológicas de valor histórico y económico en estudios y clasificaciones de culturas primarias extinguidas.

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