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Doña Miriam: un boche fino

Siendo un muchacho, habré escuchado, no sin asombro, la expresión de que a alguien le habían dado a un boche fino.

Una persona muy conocida de Puerto Plata, siempre bien vestida, con su pelo primorosamente arreglado, un moño, similar al icónico de dona Altagracia Bautista de Suarez, quien fuera funcionaria en los 12 años de Balaguer, super cariñosa y a quien yo creía entonces, incapaz de darle un boche a nadie. Con el pasar del tiempo supe, que su cortesía y amabilidad nunca le impidió cantarle sus verdades a quien fuera.

A ella, que había ido a comprar unos dulces donde mi madre Agustina, la escuche decir que le había dado un boche fino a alguien, también conocido de la ciudad.

En esencia el boche fino es una forma elegante de, aclarar, enmendar la plana, corregir a alguien, a veces de modo indirecto, casi siempre sutil, pero claro.

Al leer con detenimiento la carta de la procuradora general de la República, Miriam German a sus subalternos en el Ministerio Publico, por alguna extraña razón ha llegado a mi memoria el lejano acontecimiento. Llegar allí no es difícil a juzgar por expresiones como la que se refiere a que, “el Ministerio Publico no solo se debe a la sociedad, sino a mantener la confianza en el sistema de justicia en su totalidad”.

O cuando dice, “Pero, la crítica, a veces fuerte, a las decisiones del proceder judicial no puede entenderse en una crítica al juez como persona”.

Lo mismo al decir: “Esta agresividad mutua que ahora existe nos lleva a preguntarnos a quién beneficia, porque el perjudicado es evidente, al sistema de administración de justicia y sociedad”.

Hay quienes cuestionan el hecho de que se filtrara la comunicación, con lo cual, entienden que la magistrada incurre en una falta similar a la que pretende corregir a sus subordinados. Allí hay que preguntarse ¿si la filtración procede de ella o su entorno, o si por el contrario fueron los mismos receptores de su corrección?

Además de que no será nunca igual una carta en la que se procura propiciar un ambiente de menos confrontación entre fiscales y jueces, que, por ejemplo, dar a conocer los pormenores de una investigación en curso, verbigracia el caso de Donald Guerrero, del que se conocen detalles casi íntimos del expediente antes de que la persona haya sido formalmente acusada.

Pienso que la forma correcta de ver esta carta es como un claro llamado a no pelear contra los molinos de viento, en este caso contra los jueces, a como dice la misma misiva, a asumir una visión autocritica de la instrumentación de los casos y del respeto a las normas del debido proceso.

A estas alturas, nadie tiene dudas de que desde la administración de justicia se hacen esfuerzos serios por perseguir el delito y los casos de corrupción de manera particular, pero nunca esta demás prestar atención a las acciones que pueden distraer del objetivo principal.

Jorge Subero Isa quien compartió con doña Mirian en su condición de presidente de la Suprema Corte de Justicia el rol de juez, afirmaba en estos días que nunca desde el Ministerio Público se había enviado un mensaje tan sensato sobre las relaciones con el Poder Judicial.

Los aludidos deben tomar esto como un cariñoso halón de orejas, para mejorar el desempeño. Un boche fino, para hacer las cosas mejor.

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