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¡Cómo voy a creer que el mundo se quedó sin utopías!

La Utopía de Platón o las de Tomas Moro, Vasco de Quiroga, Francis Bacon o Tomas Campanella, fueron en esencia un ejercicio de ideas brillantes en el tinglando de la inteligencia humana, aunque diferenciadas, en cuanto a la articulación de una propuesta ideal de civilización preterida. Los riegos filosóficos de la fertilidad imaginativa eran contrastados con la condición cuasi animal, con un faltante ético y espiritual esencial para pretender dar un salto de conciencia, conllevando el renunciamiento de la codicia y el desenfreno de las emociones primarias. Los que entierran la utopía la remiten al ocaso de su imposibilidad material, a la profecía fallida de generaciones de profetas e iluminados, a los chascos de algunos sistemas económicos en liar los bártulos de la naturaleza egoísta y autoritaria tanto del Estado como del ser humano. La utopía es un discurso porfiado en el firmamento de la conciencia acumulativa, lo cual obliga, como discurso del deseo en algún instante cósmico, a producir un salto en su evolución primaria, a dejar de ser lo que es, estancado o aplazado, hasta procurar prescindir del egoísmo, esa fuente primaria de todos los disturbios de convivencia.

El poeta uruguayo Mario Benedetti, un extraordinario ser humano, a quien muchos llamaron peyorativamente, “poeta menor”, tenía una sencillez cristalina en sus versos, sin palabras rebuscadas, con un donaire fascinante. La poesía se escribe desde diferentes ángulos y con expresiones formales del discurso poético de acuerdo a los tiempos temporales de la soflama y el estilo literario. No fue un “poeta menor”, fue un poeta de su época y lo será en el ámbito de las referencias idiomáticas y temporales de su constancia y sentido del compromiso, Quizás uno de los errores garrafales de las vanguardias artísticas del siglo pasado fue el sentido de exclusión peyorativa de textos y escuelas formales del discurso que las antecedían.

Mario Benedetti escribió uno de sus últimos poemas llamado, “Utopías”, que a mí me parece magistral. Ante el cambio escabroso del mapa social, cultural y político de nuestro tiempo, el poeta sigue creyendo en la utopía y nos llama a creer en ella, aunque todo se desvanezca, aunque ya no exista ningún referente capaz de atarnos a ella, aunque la muerte sea el silencio y que la esperanza sea un olvido.

“UTOPIAS”. Cómo voy a creer/ dijo el fulano/que el mundo se quedó sin utopías/como voy a creer que la esperanza es un olvido/o que el placer una tristeza/cómo voy a creer/dijo el fulano/que el universo es una ruina/aunque lo sea/o que la muerte es el silencio/aunque lo sea/cómo voy a creer/que el horizonte es la frontera/que el mar es nadie/que la noche es nada/cómo voy a creer/dijo el fulano/ que tu cuerpo/mengana/ no es algo más de lo que palpo/o que tu amor/ ese remoto amor que me destinas/ no es el desnudo de tus ojos/la parsimonia de tus manos/cómo voy a creer/mengana austral/que sos tan sólo lo que miro/acaricio o penetro/cómo voy a creer/dijo el fulano/ que la utopía ya no existe/si tú/mengana dulce/osada/ eterna/ si tú/ eres mi utopía”.

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