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Penurias de escritores

Si tomamos en cuenta que vivimos en una era donde se escriben más libros; existen más recursos para mercadearlos; un universo mayor de personas con capacidad para comprarlos; más facilidad para leerlos y/o escucharlos; más escuelas, colegios y universidades para estudiarlos; más calidad en la tecnología de impresión de los mismos, etc., da brega entender que su lectura no se exprese en el mismo sentido y que los escritores dominicanos –en su grandísima mayoría- no tengan mayor protagonismo en la sociedad y sigan siendo héroes anónimos de la cultura nacional.

En ese sentido, no se entiende que a estas alturas el escritor, además de producir la obra, tenga que ser el que la patrocine y al mismo tiempo quien la venda, motive su adquisición y muchas veces el que menos ganancia obtenga de sus ventas.

Los escritores nuestros son cada vez menos conocidos, menos valorados y menos distinguidos por esta generación.

Personalidades que antes eran veneradas y reservadas para tareas mayores de los pueblos y sus autoridades, ahora subyacen en una categoría social irrelevante y hasta pordiosera, gravitando entre penurias y olvido.

Esta generación ignora a sus escritores. Menosprecia a sus intelectuales. La política cultural del país ha sido pobre en ese sentido y ni siquiera ha logrado reivindicar su estelaridad social.

Tenemos una grandísima deuda con nuestros escritores. Deudas para justipreciarlos y deudas para promover sus nombres y darles más vigencia en la vida cultural y docente del país.

Se hace necesario que sus condiciones cambien para que no sigan viviendo de las dádivas de amigos y de mecenas de ocasión.

Al mismo tiempo, esta sería una forma de evitar que la mediocridad siga enajenando y mediocratizando nuestra población.

Así, los aplausos no serán para los imbéciles, sino para la flor y nata del pensamiento nacional.

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