Nacidas para educar
Las Hijas de María Auxiliadora, las salesianas, el 5 de agosto celebran 150 años de fundadas por San Juan Bosco junto a Santa María Mazzarello. El Santo de los jóvenes quiso que ellas fuesen “un monumento vivo a la gratitud”. Es decir, a la base de su carisma está la belleza del don de la gratitud a Dios y a su Madre. La palabra gratitud define la identidad misma de una salesiana. De hecho, Madre Mazzarello escogió el agradecimiento como estilo y actitud de vida; confiriendo al agradecimiento un valor importante para la construcción de una personalidad y de una comunidad educativa feliz. Justamente, cada año, las salesianas celebran el día de la gratitud: a nivel local en torno a la directora, en el ámbito inspectorial en torno a la provincial y a nivel mundial en torno a la superiora general.
Para una salesiana la gratitud no es un sentimiento espontáneo o una emoción instintiva, sino una actitud que está cultivada y educada con decisión; es un arte que también requiere de mucho ejercicio, en consecuencia, genera abundantes frutos. El agradecimiento nace de un corazón humilde que sabe que nada merece y que todo es gracia; es signo de madurez y, ciertamente, el antídoto para la infelicidad. Además, “la gratitud abre los corazones, construye puentes de comunicación y de amor entre las personas y hacia Dios, favorece la comunión; agradecer cuesta poco y es agradable a todos”.
La salesiana no tiene una misión, es una misión que se hace vida. Por supuesto, no busca constituir una “casta superior”, sino ser un signo atrayente de la tarea a la que está llamada a ejercer la Iglesia en un contexto de secularidad, de ateísmo o de idolatría. Dice José Rey García: “El amor al ídolo conduce al adulterio espiritual; la confianza en el ídolo lleva a la desconfianza en el verdadero Dios; la obediencia al ídolo lleva a traicionar al verdadero Rey y único Señor”. El ídolo es aquello sin lo cual no se puede vivir. Es por eso que el religioso o la religiosa salesiana “es una esponja saturada de Dios. Basta que le opriman un poco contra las cosas para que entonces Dios, liquido, rezume y las barnice”.
La salesiana es hija, madre, hermana, amiga, consagrada y educadora, que testimonia el amor, la acogida, la escucha, la cercanía y la misericordia de Dios en la comunidad y con las jóvenes. Ellas son mujeres-educadoras. Madre Mazzarello repetía a las hermanas: “Que no piensen sólo en ponerse un hábito negro, sino en la necesidad de revestirse del hábito de todas las virtudes necesarias a una religiosa que quiere llamarse esposa de Jesús. Que adquieran un espíritu de mortificación, de sacrificio, de obediencia, de humildad y desprendimiento de todo lo que no es Dios”.
Para las salesianas “educar a las niñas es la mejor manera de transformar la familia y la sociedad”. El binomio mujer-educación es un terreno muy fecundo porque ambas poseen dotes naturales: flexibilidad, adaptabilidad y solidaridad. En fin, la salesiana es una mujer nacida para educar.