El abandono escolar
El tema de la deserción escolar se ha constituido, hoy, en un argumento de interés investigativo en el ámbito educativo, dadas las altas tasas de abandono que se registran en los sistemas educativos.
Se dice que entre el 1 y el 5% de los adolescentes desarrollan miedo a ir a la escuela. Esto podría estar vinculado a una persona en particular (docente, estudiante o una asignatura). Es una situación que los profesores y los padres han de dialogar y resolver.
Algunos de estos desertores podrían estar comprometidos en conductas de alto riesgo, como practicar sexo sin protección, consumir drogas y participar en actos violentos. ¿Qué hacer?
Hay una serie de valores a los cuales los educandos son muy sensibles, como, por ejemplo: la confianza y la amistad. Según estudios realizados en Estados Unidos, el grado de confianza y amistad de los estudiantes en los adultos varía dependiendo de los roles que estos desempeñan. Por ejemplo: siete de diez jóvenes, se acercan y confían sus cosas a uno de sus padres; cinco de diez, se avecinan a un amigo; uno de diez, consulta a un psicólogo o a un sacerdote. Es decir, les cuesta confiar en las instituciones educativas. Este constituye un reto importante para las instituciones dedicadas a la enseñanza.
Sin embargo, cuando estos adultos aseguran una presencia intencional, cordial, amable, favoreciendo la confianza y la amistad, los educandos abren sus corazones.
Otros estudios resientes arrojan datos importantes para la comprensión de la desafección de los estudiantes por la escuela o el estudio.
Por ejemplo, si el binomio relacional estudiante-maestro no es cercano, afectuoso y amigable se puede traducir en deserción escolar. Pero si la relación maestro-estudiante logra cimentarse en una correspondencia de afecto, de comprensión, de misericordia, de escucha, de diálogo, de acompañamiento y de colaboración, se contribuye a la retención del estudiante en las aulas; si, por el contrario, está matizada por el rechazo, la indiferencia, la frialdad, la desconfianza, la despreocupación o los ataques puede convertirse en un detonante para el fracaso académico o el abandono escolar.
Por otra parte, se ha podido observar que, las familias de los estudiantes que no les brindan apoyo, ni tampoco mantuvieron una comunicación continua con las escuelas, ni esta última con los padres para informar sobre la indisciplina, las ausencias a clase o el bajo rendimiento académico, promueven inconscientemente, el abandono de la escuela.
La deserción escolar trae consecuencias tanto individuales como colectivas. Desde el punto de vista individual, la deserción escolar trunca el desarrollo integral del individuo; limita el acceso a los aprendizajes básicos que limitan luego las oportunidades profesionales y laborales en el futuro.
Además, el abandono escolar empobrece culturalmente. El nivel educativo general comienza a disminuir, afectando incluso a los estudiantes interesados en continuar sus estudios.
Algo ha de quedar claro, el abandono de la escuela se puede prevenir: identificando los estudiantes con mayores riesgos, contando con herramientas efectivas de contacto con la familia, comunicando frecuentemente a la familia los reportes de ausentismo de los hijos. El reto consiste en fortalecer la alianza escuela-familia.