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Miedo, culpa y vergüenza

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P. José Pastor RamírezSanto Domingo

Cuando una persona se siente separada o rechazada, del paraíso como Adán y Eva, del vientre de la madre, del seno de la familia o de la sociedad: surge el ego. Este último, al sentirse rechazado elabora argucias. Entonces, se constituye en una especie de intento erróneo de la mente de percibirse tal como se desea, en lugar de como se es. El ego es un sancionador, un generador de culpa y un manipulador. El ego siempre culpabiliza a los demás o al destino. Se victimiza para ganar poder y control.

Por otra parte, la culpa no es un sentimiento homologado; es decir, no todos sentimos igual ni sentimos la misma culpa por las mismas cosas, porque no todos hemos sido educados en el mismo país o cultura. Además, la culpa es una emoción secundaria, las cuales requieren de madurez cognitiva y están influidas por el proceso de socialización. Por el contrario, las emociones primarias como: la alegría, el enojo, el miedo, la tristeza y el asco, se originan en el sistema límbico del cerebro, por lo que están presentes al nacer y no requieren de procesos conscientes cognitivos.

Además, existe un sentimiento de culpa sano y otro patológico. El primero es necesario para una correcta convivencia social, permite la adaptación al entorno y nos avisa cuando hemos transgredido normas sociales y culturales. Sin embargo, el sentimiento de culpa patológico está fuera de control; es una alarma que salta a todas horas por las cosas más pequeñas. No deja vivir al paciente, y limita el normal desarrollo personal y social. Asimismo, se puede establecer una diferencia entre culpa y culpabilidad. Por un lado, la culpa hace referencia al “darse cuenta a nivel cognitivo” de que se ha hecho algo que no está bien. Por otro lado, el sentimiento de culpabilidad nos hace sentir “un cierto dolor o malestar” por haber hecho algo que se valora como negativo.

Los psicópatas y los sociópatas no experimentan culpa. Un psicópata se caracteriza por el narcisismo, la manipulación, la falta total de empatía y la minuciosidad a la hora de controlar su vida y la de los demás. El sociópata es una persona con una patología psiquiátrica que le incapacita para discernir entre el bien y el mal, y que ignora tanto los sentimientos como los derechos de los demás. Las consecuencias de la culpa son vivibles: se busca la aprobación social para justificar la propia actuación; la persona se vuelve dependiente y manipulable; el sujeto se convierte en una víctima social; y se generan falsas creencias sobre sí mismo y sobre los demás.

Para gestionar la culpa se requiere autocrítica y autoconocimiento; reconocerla para asumirla sanamente; expresarla a alguien para no aislarse en el silencio; reconocer las propias limitaciones, ya que no se es un ser supremo; eliminar los autoreproches, porque no sirven de nada, puesto que elevan la ansiedad y los pensamientos negativos; y, pedir perdón por aquello de lo que se siente culpa. La culpa enferma es un verdugo implacable lleno de miedo y vergüenza.

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