El dedo en el gatillo
Los cubanos no matamos presidentes
El fallecido poeta cubano Osvaldo Navarro no emigró a Santo Domingo. Pero es bueno recordarlo. Algunos de sus textos serán antologados y él no los podrá leer. Pero sus hijos y nietos sí. No lideró mi generación. Sin embargo, sus versos hablarán por él y por nosotros. Escribía bien y muchos lo envidiaban. Le llamaban “el guajiro” por emigrar a La Habana desde el centro de Cuba. Abandonó la patria con su familia cuando comprendió el tamaño de su error: Dentro de una dictadura llena de espías y lambones no se puede sobresalir aunque se merezca.
Entre otros temas, suya también es la primera cuarteta de una décima, imposible de olvidar:
Nada soy, nada reclamo, nada tengo, nada espero, sino el limpio desespero de mi amor por lo que amo.
Emigró a México. Poco a poco, la nicotina, el alcohol y los recuerdos lo fueron apagando. Para mí siempre será “el guajiro” en el buen sentido de la palabra. Retomo al poeta Navarro como pretexto del intelectual cubano que va al exilio.
Hoy solo voy a referirme al compatriota que llega a la República Dominicana, porque hemos tenido la fortuna de ser acogidos por un gran país, repleto de buenos amigos: Nos sentimos como reyes humiles, pero reyes.
Miles de figuras emblemáticas también han pasado por Quisqueya desde siglos atrás, llenando sus mejores días y nostalgias: Emigrantes que no vieron este país como trampolín hacia el Primer Mundo, porque llegaron a fundar: Unos más que otros, pero laboriosos al fin.
José Ángel Buesa es un caso especial, y salvando distancias, tampoco se le ha hecho justicia. Fue reclamado por el ex presidente Joaquín Balaguer para enriquecer el acervo nacional. Aportó al país en la escritura de guiones de Radionovelas. Luego, en la UNPHU, transformó la revista “Aula” y fue, por varios años, Director de Publicaciones, y profesor. Muchos de sus artículos y ensayos vieron la luz desde ese órgano y sus últimos libros y antologías llevan el sello de alguna de las imprentas criollas. En su hogar ocurrían las mejores tertulias culturales de los años ochenta. Buesa, hoy, debiera ser ilustre por su obra poética inmortal, la cual incluye el mejor texto en versos que se le ha escrito a Juan Pablo Duarte. Su hijo, de su mismo nombre, cedió los derechos de autor a la República Dominicana, pero aún el texto no aparece en forma de libro ni se conoce en las escuelas.
Al igual que Buesa, somos emigrantes. Los sectores literarios e intelectuales a los que pertenecemos son muy complicados, tanto dentro como fuera de Cuba. Nos negamos a integrar espectáculos circenses, ni a recibir limosnas. Lo que hacemos es de corazón. No pedimos trofeos ni medallas, porque hablo en alta voz de los que vinieron a fundar. Mis compatriotas emigrantes no roban, ni matan, ni trafican, ni insultan, ni maltratan, ni se venden. Fueron y son simples ciudadanos convencidos de que un día las medallas y el dinero irán fuera de sus tumbas.
En mi caso, creo haber seguido el profético consejo de dar amor con honrada gratuidad. A veces me duele saber que a mi edad, no puedo hacerlo como antes. Pero lo demuestro cuando escribo. Mis riquezas van todas las mañanas directo al zafacón: cortezas de zapotes, melones mal picados, cubiertas de sandía, frascos de compota, cáscaras de huevos y desechos de víveres. No tengo más regalos que este corazón que todavía me retiene en el misterio de vivir. Un corazón que no ha dejado de ser cubano: sabe latir por amor, y no se deja confundir. Decidí evitar las opulencias. Vivo de sobresalto en sobresalto con la emoción de todos los días. Siento lástima y vergüenza por los salvajes que inclinan su frente.
Los cubanos no matamos presidentes. No vinimos a sacar los demonios del cuerpo. Aquí luchamos a brazo partido. Como cubanos, nos gusta la chercha, el baile, el humor y contar historias. Muchos han quedado en el camino, pero todos, vivos o muertos, volveremos a Cuba con el humo de los días y la frente en alto. Carlos Alberto Montaner en sus memorias, acotó la frase célebre del español Javier Marías: “Hice lo que pude”… lo que fue posible hacer. Si no fue suficiente, eso es otra historia.