OTEANDO
Amor y homicidio
Se fue dejando caer en su poltrona, al principio, lentamente, y después, con la rapidez gravitatoria que determinaba su peso. ¡Al fin!, exclamó. Como quien, a su peso físico, sintiera que se añadían muchos otros pesos de índole psicológica, histórica, existencial; ajenos o propios, de algunos o de todos.
El universo de un hombre lo componen sus experiencias, sus dolores, sus placeres -siempre más escasos estos que aquellos- y hasta su tedio, cuando le ha tocado.
Sentía estar viviendo un estadio en el que le correspondía -progresivamente- desandar el camino, impulsado por su propia naturaleza, la naturaleza de todos los humanos, que les convoca a hacer revista de su existencia para terminar confirmando que, hagas lo que hagas, al final de tus días te arrepentirás.
Llamó su ama de llaves para reclamarle por qué no le había traído aún su limonada de siempre a esa hora. Y ésta respondió: “no hay limones”.
Hizo retrospección hacia sus años dorados, en los que, al simple chasquido de sus dedos tenía más de una persona obsequiosa encima, dispuesta a ofrendarle la vida misma.
Pero, “rara vez otorgan los dioses todos los favores al mismo tiempo” ni con la intensidad y permanencia que se aspiran. Y en la etapa de la decadencia se empieza a percibir con menos distracción "el don, el per-dón, y por qué no, el a-ban-do-no" derridianos.
Este último confirmante de la muerte en vida, de esa muerte propiciada por quienes nos aman y la que, poco a poco, o de un solo golpe, recíprocamente propiciamos a quienes amamos; y que es preámbulo de la muerte real, la que se avecina siempre, y finalmente llega.
Por eso, como para que se cumpliera en él -y en todos los de su entorno- la profecía de aquella finitud” evocó a Wilde y su “BALADA DE LA CÁRCEL DE READING”. Y declamó para sí: [...Y sin embargo, sepan todos, cada hombre mata lo que ama.
Los unos matan con su odio, los otros con palabras blandas; el que es cobarde, con un beso, ¡y el de valor con una espada!]. Y continuó: [... Aman mucho unos; otros, poco. Se compra y se vende el sentimiento. Unos lo matan entre llanto, otros sin prisa y sin miedo.
Cada uno mata lo que ama, mas no todos pagan por ello]. Y a seguidas se reclinó un poco más. Para seguir muriendo.