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EL DEDO EN EL GATILLO

Los cuentos de Pepito

Alguien me confió este relato en mis años cubanos. Todavía sonrío cuando lo recuerdo porque es uno de los mejores donde se ha visto involucrado ese avispado niño, lleno de ocurrencias, que destilaba sinceridad y doble sentido. A buen entendedor, pocas palabras

Dicen que los cuentos de Pepito se remontan al siglo pasado, allá por 1956, cuando el escritor alemán Ludwing Bemelmans publicó el famoso libro “Madeline and the Bad Hat”. La protagonista de la historia tiene que lidiar con un nuevo vecino, el Embajador de España y su hijo, Pepito, un niño de ocurrencias que traspasan las propias de su edad.

El nombre del personaje pegó y a partir de entonces, cada país lo utiliza como protagonista de cuentos de humor signados por su brevedad. Incluso, en algunos lugares el nombre del niño es otro.

En Cuba, los cuentos de Pepito trascendieron por su original universalidad. Hoy día son patrimonio del pueblo cubano y testimonio de un contexto histórico. Sus historias no solo hacen reír, sino que son tan cubanas como el río Cauto.

Muy pocas veces, los cuentos de Pepito incluyeron el tema político. Y cuando lo hacían fue siempre a través de chispeantes ocurrencias propias de un cerebro bendecido por la agilidad mental. Siempre sugieren a partir del humor.

Su primer cuento que escuché en mi vida procede de mis años de Bachillerato, pero sus orígenes son de más atrás. Esa gracia del cubano para hacer reír siempre ha estado presente en su cotidianidad. Solo que esta vez, llegaban a través de un protagonista precoz. Era otro contexto. Pepito pudo haber tenido otro nombre. Pero la gracia de sus relatos era “Made in Cuba”.

De todas las precocidades de Pepito, fueron esenciales las ocurridas con su maestra, y a veces en presencia del inspector escolar. Pero hay una que sucedió fuera del aula. No es perversa, ni ofensiva. Pero sí muy ocurrente. La digo.

Alguien llevó a Pepito a la Plaza de la Revolución a conocer al entonces líder cubano. Cuando alguien le presenta al Comandante en Jefe a aquel famoso niño, Fidel le exclama:

-Así que tú eres Pepito, el de los cuentos…

Y de inmediato, haciendo gala de su amplio y contagioso sentido de la mordacidad, Pepito le responde:

-No, comandante. Yo soy Pepito, el de los chistes… El de los cuentos es usted.

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