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EN PLURAL

Más que un hermano

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Yvelisse Prats Ramírez De PérezSanto Domingo

Es muy difícil escribir mientras se llora.

Hago un esfuerzo más o menos racional y entre lágrimas, dedico este En Plural a despedir a un cuñado que para mí, hija única, fue el hermano cariñoso que soñé siendo niña.

Julio Fiume Pérez Sánchez, Julito para mí, tan parecido a mi esposo Mario que lo confundían con frecuencia, murió este viernes 22 de marzo, después de una larga y cruel enfermedad, que debilitó sus fuerzas físicas, pero nunca sus energías espirituales. Fue un joven normal, quizás un poco más severo y reservado que Mario, en una familia de la que mi esposo ha relatado muchas anécdotas. Estudió Ingeniería Química, y ejerció esa profesión con la misma entereza y sobre todo la casi solemne minuciosidad que ponía en todo cuanto hacía y decía. Fue un ejemplo de laboriosidad, de entrega al trabajo, de puntualidad y disciplina.

La vida parecía sonreírle. Había encontrado una compañera de vida médica, inteligente, se casó, tuvo tres hijos, que crecieron en un hogar cerero, y cristiano. Mi cuñado-hermano abrazó la fe cristiana con un fervor que vertía en sus conversaciones con todos, llegó a ser un excelente y convincente orador en los servicios religiosos de la comunidad de la iglesia Buenas Nuevas.

Cuando me enfermaba, y el miedo a la muerte me acosaba, Julio estaba a mi lado, con esa fe sin vacilaciones, y calmaba mis angustias recordándome el amor que me profesaba Jesús. Me proveyó de libros de oración y meditación que conservo, en este momento tengo a mi lado uno, mojado por mis lágrimas. Quizás, no debo sentir tanta amargura por su muerte. El nos mostró, durante su larga enfermedad, que el verdadero creyente no se despide para siempre de sus seres queridos, porque cree que volverán a encontrarse en el mas allá.

Julio me enseñó que la vida humana no se agota en nuestro transitar por la tierra. En momentos en que las dudas saltaron sobre mí, cuando enfrentaba problemas graves, él las espantó. Sus charlas, que en mi lenguaje católico yo llamaba homilías, fortalecían mi fe, mi confianza en Dios, y en mí misma. Desde que se agravó, su ejemplo de paciencia, de aceptación, su entrega en “las manos del señor Jesús” como decía, son y serán para mí un faro de fe y de esperanza que me muestra el otro camino, el que nos lleva al último, al verdadero destino.

Perdonen mis lectores este rapto de sentimientos, este desgarramiento íntimo. Pero en En Plural comparto con ustedes alegrías, triunfos, también esperanzas.

La cercanía con Julio, ese hermano que el matrimonio con Mario me regaló “de ñapa” fue, y será una lección que deberé repasar, de por vida.

Mientras tanto, lo lloro. Me hará falta. ¡Pero frente a tu muerte, Julio, hermano querido, dejas en mí, junto a la tristeza, el orgullo de tu cariño, y la ternura de tu recuerdo!

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