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¡Las faltas ortográficas son faltas graves!

Entiendo que los lenguajes están sujetos a cambios, que son productos de evolución, de costumbres y manifestaciones culturales; que los usos consuetudinarios van definiendo los vocablos, la aplicación de los mismos, entiendo los referentes históricos, y además percibo en su dimensión de actualización, la labor ingente de la Real Academia de la Lengua Española, que reajusta sus registros, incorpora usos idiomáticos, nuevas acepciones y mantiene al día las transformaciones operadas en la lengua. Recientemente, el presidente de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos, el Lic. Mariano Mella, declaró que las redes sociales en Internet, los mensajes de texto a través de celulares y el uso de otros recursos populares tecnológicos de comunicación han creado un nuevo código de escritura, que está modificando el idioma español. El planteamiento es interesante, porque nos permite evaluar las implicaciones de un nuevo código de escritura y su incidencia en el idioma español. En este caso, de lo que se trata parcialmente es de una violentación de las normas ortográficas, un uso “medalaganario” de infracción, que no alcanza a definir el surgimiento de una expresión cultural propia sino de la aparición de lagunas visibles en la articulación, pronunciación y escritura. Como han señalado algunos especialistas, también resultan perniciosas por la falta de rigor idiomático, las cabriolas y piruetas comunicativas, caracterizadas por el descuido de la forma en beneficio de la rapidez, “se incumplen normas ortográficas, se omiten elementos oracionales, se introducen símbolos equivalentes a sonidos, el principio de economía lingu¨.stica, decir más con menos palabras y la irrupción de anglicismos”. La lengua como vehículo de comunicación precede a la escritura, esta última es posterior, incluso hay lenguajes sin tradición escrita. La escritura cuneiforme sumeria en Mesopotamia tiene su origen en el siglo IV del milenio a.C. En el mundo actual hay 6 mil lenguas y el 90% de ellas desaparecerá en 3 siglos. En Estados Unidos, 50 lenguas nativas han desaparecido en los últimos 50 años. Hay lenguas muertas, que todavía “viven”, y se usan científicamente, en el acceso a una cantidad significativa de léxico, como el griego clásico, el latín y el sánscrito. El idioma oficial de la Iglesia Católica es el latín. Más de 60 mil palabras nuevas y locuciones han sido incorporadas al latín, a pesar de ser oficialmente una lengua muerta. El gran poeta Jorge Luis Borges se ufanaba de hurgar en lenguas muertas, la belleza apresada de los mejores textos y obras de arte, imposibles de traducir en su fuerza expresiva en otras lenguas. Julio Cortázar, el gran escritor argentino llegó a decir en una ocasión, que sólo quien conocía la lengua, quien pasaba por la Academia, podía en un ensayo u obra creadora, desconocer sus reglas. En esencia, Cortázar, se burlaba de la camada de analfabetos que incursionaban en la literatura, sin haber estudiado la lengua, que no conocían las conjugaciones verbales, que no sabían definir el acento prosódico, ni completar una oración, la ausencia de acentos en los tiempos verbales, y sin embargo pretendían hacerse entender en el “lenguaraje” de su miseria gramatical. El uso indiscriminado en las redes sociales de una comunicación deficiente no modifica el idioma español, no alcanza a trastornarlo, porque no crea vínculos culturales propios, no fomenta expresiones nuevas como diferenciación cualitativa, no intensifica perspectivas de hallazgos y logros sociales. En el mundo desaparecen todos los años lenguas de comunidades indígenas, tesoros valiosos que albergan cientos de años de aprendizaje y realización social, humana y cultural, pero no se extinguen en términos absolutos por la aparición de nuevos códigos de comunicación, basados en la alteración y desconocimientos de sus servicios idiomáticos, sino por el peso dominante de las lenguas mayores asociadas a un tipo de civilización, que las absorbe en medio de un brutal desarrollo de las fuerzas productivas y un desprecio por sus costumbres y tradiciones. Hay un ejemplo conmovedor, la resistencia del pueblo de Puerto Rico a esa violencia del colonizador, aferrado al idioma español, por encima de la oficialización de otra lengua, exhibe durante más de 100 años un perfil de identidad que no ha sido trastornado por la celeridad y urgencia de los tiempos cibernéticos. Los factores determinantes para la desaparición de la lengua son, entre otros, la violencia colonizadora (caso de España en América), desastres naturales que obligan a pueblos a refugiarse en otra cultura para sobrevivir, presión económica y búsqueda de prestigio cultural. Nuestra lengua procede del latín, lengua universal en su mayor esplendor de conquista, y como lengua romance, ha ido sufriendo metamorfosis, mutaciones sensibles, que la han enriquecido. Del castellano antiguo a nuestros días, ha sido un prolongado proceso de apertura y brillantez en la expresión. Las palabras están al servicio del hombre pero el mismo hombre las organiza, le da lustre y esplendor, fijación. No se puede concebir ninguna lengua moderna sin algún tipo de reglas, sin formato, sin estructura lingu¨.stica, sin semántica, en el escenario de nuestros días. No se puede prescindir del ordenamiento silábico, sin estudios polisémicos, sin valores escriturales, El español tiene características propias, en cada región, tiene vocablos y expresiones propias en cada país y pueblo, incluso la Real Academia de la Lengua ha aceptado y reconocido la impronta de los diferentes costados expresivos del español. Nuestro inmenso Pedro Henríquez Ureña, hizo anotaciones esenciales para el conocimiento del español en Santo Domingo y en otras zonas de América hispana. Por intenso y rápido que sea el modo de vida actual, por alto que sea el dominio de la tecnología aplicada a la urgencia vital de nuestras demandas, las faltas ortográficas tan visibles en las redes sociales son faltas graves, revisten niveles de pobreza inaceptable.

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