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Reid Cabral, un gran incomprendido 

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José Báez GuerreroSanto Domingo

Cada vez que llega abril, los periódicos se llenan de crónicas sobre la Revolución del ’65 y sus causas. Y como cada año, se repiten mentiras y se encubren culpas y se desdibuja la historia según convenga al escribidor. Este año he pescado de entre el tumultuoso río de informaciones sobre el hecho histórico, dos reiterados errores que me parece merecen aclararse. El primero tiene que ver con la manera en que el doctor Donald J. Reid Cabral ingresó al Triunvirato tras la renuncia de su primer presidente, el doctor Emilio de los Santos, a raíz de la muerte del líder del “14 de Junio”, doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo, a manos de los militares que lo habían capturado con vida en la cordillera central durante la guerrilla que reclamaba la restitución del gobierno del profesor Juan Bosch. Reid Cabral había iniciado su participación en la política luchando clandestinamente contra la dictadura de Trujillo. Luego, estando en los Estados Unidos, fue parte del grupo de dominicanos que presionó en Washington para lograr la erradicación de los remanentes del trujillismo tras el ajusticiamiento del tirano. Por esa participación política ingresó al Consejo de Estado presidido por el licenciado Rafael F. Bonnelly que organizó las elecciones de 1962 que ganó el profesor Bosch. Al caer el gobierno de Bosch, Reid Cabral fue designado secretario de Relaciones Exteriores por el Triunvirato. En esa capacidad, se encontraba en Israel en misión oficial cuando ocurre la muerte de Tavárez Justo y la renuncia de De los Santos. Estando allá, los restantes integrantes del Triunvirato, que eran los abogados doctores Ramón Cáceres Troncoso y Ramón Tapia Espinal, conjuntamente con los representantes de varios partidos políticos que también integraban el gobierno, escogieron al canciller Reid Cabral para presidir el Triunvirato, presidencia que asumió días después al regresar desde Israel. Reid Cabral, pues, llegó a presidir el Triunvirato después del que fue quizá el más bochornoso hecho de ese gobierno, la muerte de Tavárez Justo, líder de la desarticulada masa progresista o liberal antitrujillista. Es una paradoja histórica poco analizada que el propio Reid Cabral contribuyó al menos tanto, si no más, que Tavárez Justo a la eliminación de Trujillo y el fin de su régimen. El juicio puede lucir severo si se considera el martirio de las hermanas Mirabal, que dejó a Tavárez Justo viudo, pero es históricamente incontestable que los aportes de “Mister X”, el primo-hermano de Reid Cabral, Juan B. Vicini Cabral, y del propio Reid Cabral, al apoyo estadounidense a la eliminación de Trujillo, fueron determinantes para generar la presión política que condujo a la salida de los Trujillo del país tras el ajusticiamiento del dictador. El segundo error consiste en la manida argucia de que al iniciarse la Revolución de Abril de 1965 “Reid Cabral huyó”. El doctor Reid Cabral no sólo no huyó, sino que permaneció en el Palacio Nacional tratando de evitar el enfrentamiento entre dominicanos que produjo tanto derramamiento de sangre. Al resultar imposible conciliar las facciones e imposibilitarse algún entendimiento, el presidente del Triunvirato salió de la sede del Poder Ejecutivo esa noche del 24 de abril, cuando su derrocamiento por la revolución era irreversible. Pero no huyó, pues permaneció en el país hasta bastante tiempo después. Vale destacar que pese a haber sido Presidente de la República, el doctor Reid Cabral andaba por las calles de Santo Domingo manejando él mismo su automóvil y nunca usó guardaespaldas ni escolta. Su valor personal ha sido siempre reconocido hasta por sus adversarios políticos pues nunca tuvo enemigos personales. Para juzgarlo, habrá que poner en la balanza no sólo su servicio público como cabeza del Triunvirato a una corta edad, apenas 42 años, en una época tan tumultuosa, sino qué hizo después, como ciudadano comprometido con la educación (ahí está APEC), político que humildemente quiso contribuir con el mejor interés nacional aún cuando fuera bajo Balaguer, conciliador ejemplar que enderezó más de un entuerto empresarial o político, y sobre todo, empresario exitoso que inició su carrera armando bicicletas con sus propias manos. Las responsabilidades de los militares y policías durante el Triunvirato es otra historia, pero al recordar la epopeya que fue la Revolución del ’65, se hace un flaco servicio a la verdad histórica al pretender enlodar el nombre del doctor Reid Cabral, un dominicano a carta cabal que sirvió al país en circunstancias dificilísimas y luego pasó toda su vida tratando de justificar o explicar su acendrada vocación democrática, pese a haber encabezado un régimen de facto. La historia siempre opera como un filtro de las pasiones y a medida que pasen los años, contrario a otros personajes que van hundiéndose en su propio fango, la figura del doctor Donald J. Reid Cabral refulgirá con el brillo de su amor por su patria, su inmensa humildad y afán conciliatorio, y su acendrada vocación de servicio público.

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