MUCHACHOS CON DON BOSCO
Buscamos la felicidad
La verdadera felicidad para todo ser humano en particular y para toda la humanidad en general, solamente se encuentra en Dios. Testimoniar esta verdad es la misión del cristiano. Vivimos en una sociedad donde más fácilmente se busca lo agradable, lo que me gusta, lo que me va bien, en detrimento de buscar lo verdadero, lo justo, lo importante. Es por esto que se pretende alcanzar la felicidad de manera inmediata en todo lo que es placentero, en aquello que nos da fama o que nos permite tener poder. Buscamos ser tenidos en cuenta y que nos elogien y alaben. Estamos en una sociedad muy hedonista y muy materialista en la que hay que saber anunciar la fuente de la felicidad y esto nos exige y pide un nuevo modo de hablar y de actuar, adaptando una postura positiva ante el momento histórico que nos toca vivir. Ante esta realidad, hemos de saber percibir los acontecimientos de una forma distinta a cómo los interpretaron las generaciones anteriores. Hay que saber leer. La dimensión religiosa de la persona es de suma importancia para alcanzar la felicidad. La Buena Noticia del Evangelio es el camino de la verdadera felicidad. Pero la transmisión hoy del Evangelio reclama un nuevo modo de hablar y de actuar. Además, hay un lenguaje que no es verbal, que se expresa con nuestra mirada o con la expresión de nuestro rostro, con los gestos que hacemos, con el tono de nuestra voz o con todo un lenguaje corporal. Para poder transmitir y ser portadores de la verdadera alegría hay que tener a Dios dentro de uno mismo. Solamente desde esta postura descubriremos el gran tesoro que tenemos en nuestro interior y la deslumbrante hermosura que tiene la fe y sentiremos el impulso de querer transmitir este tesoro y esta hermosura a los demás. De lo contrario nos dejamos envolver por las tentadoras apariencias de felicidad que ofrece nuestro mundo. Ser testigos es la mejor manera de transmitir. Lo importante de un cristiano es que sea auténtico, aunque no sea perfecto. Transmitimos aquello de lo que estamos convencidos. El misterio de la Encarnación de Dios es fundamental para entender la vida. Con esta perspectiva, todo comienza desde abajo. A Dios se le encuentra en el pueblo y sólo así se puede experimentar que Él camina en medio de nosotros. Don Bosco enseñó a sus muchachos a vivir lo ordinario en forma extraordinaria y encontrar ahí la fuente de su felicidad, a sentir la presencia de Dios en todos los lugares y a actuar en la forma que a Él le agrada. Les decía a sus muchachos: “Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”.