La gratitud de un senador haitiano
Esta semana pasó algo realmente admirable y digno de ser halagado y reproducido muchas veces por nuestros políticos y se trata del discurso de agradecimiento pronunciado por el senador haitiano, Rudolph Henry Boulos. Henry Boulos agradeció la acogida que han recibido hasta el día de hoy, dos millones de ciudadanos haitianos en República Dominicana. Agradeció las oportunidades laborales que se le han brindado a sus compatriotas y también el trato que se le ha extendido por los hospitales, a miles de enfermos haitianos y también a madres parturientas. Reproduzco una breve muestra de su discurso para demostrar el gesto: “Yo quiero aprovechar esta oportunidad para dar las gracias al pueblo dominicano por los 350 mil obreros que están trabajando en la industria de la construcción, yo como senador quiero dar las gracias al pueblo dominicano por los más de 300 mil obreros que están trabajando en el área de la agricultura, yo quiero dar las gracias al pueblo dominicano y a las universidades por los más de 30 mil estudiantes que han acogido y también quiero dar las gracias por los más de cinco mil haitianos que saben más de cuatro idiomas y que están trabajando en el turismo en la República Dominicana”, precisó el legislador Boulos. ¡Por fi n existe un político que sabe ser agradecido! Cuantas veces hemos leído denuncias hechas por extranjeros donde se destaca el trato cruel que se les da a los haitianos residentes en nuestro país. Cuantas campañas no han aprovechado algunos oportunistas de la política y de las agencias de derechos humanos para señalarnos con el dedo con acusaciones y calumnias que no son más que proyecciones psicológicas del mal trato que los mismos europeos supieron darle hace unos 400 años a los esclavos que trajeron desde el África, sometiéndolos a tortura, apresándolos, destruyendo sus raíces, hogares, y familias para someterlos a trabajos forzados en el sur de Estados Unidos y también en esta islas caribeñas donde fueron esclavizados y obligados a cuanta tarea humillante se les podía ocurrir. Fue tanto el abuso, que el líder de la independencia negra, Francois Dominique Toussaint-Louverture, sacó a todos los blancos de la entonces Isla de Santo Domingo. Entonces, me pregunto: ¿quiénes fueron los que violaron los derechos humanos de estos desterrados, hijos de la historia, que fueron esclavizados y abandonados por todas las naciones ricas y poderosas de la revolución industrial a su destino y que cuando las cosas ya se les ponían insostenibles a estas grandes potencias, o cuando las migraciones haitianas les llenaban los campamentos de refugiados de Chrome Avenue en Miami, pues entonces todos se viraron con su dedo acusador a responsabilizar a quién? A República Dominicana claro está. Nos responsabilizan a nosotros de que Haití tenga los más bajos niveles de educación, que tengan los más altos índices de pobreza del continente, los más altos índices de sida, de tuberculosis, de ceguera, y de hambre. También sufrieron por décadas de las dictaduras de los Duvalier, y que todavía hoy día ese país camina un poco gracias las tropas con cascos azules de las Naciones Unidas y esto porque no tienen manera de reponer institución alguna ya sea judicial, policial, educativa, ministerial y menos del orden militar que entiende que la única manera de resolver el problema haitiano es matando gente. Pero no… el gran culpable de la situación haitiana es República Dominicana. Nosotros que les hemos brindado albergue, asilo político a muchos, les damos trabajo, los hemos asimilado en nuestros campos y en nuestros barrios. Les facilitamos las maternidades para que puedan recibir sus hijos, les damos limosnas en las esquinas de las principales calles de Santiago y Santo Domingo, y somos su principal mercado de productos terminados de fabricación haitiana. Los dominicanos no hemos podido hacer más por los haitianos porque sus mismas débiles estructuras políticas lo impiden. A quien se le ocurre que en un país que está pasando hambre, como es el caso de Haití, pueda prohibir la importación de pollos y huevos provenientes de la República Dominicana. A quien se le ocurre que ante un gesto de donación de plantas generadoras de electricidad, sus líderes digan que no las necesitan sabiendo que ese país vive en un solo apagón. Pero así son las cosas de Haití y Dios nos lo ha puesto como vecinos. Así como no podemos escoger los hermanos y hermanas que tenemos, tampoco podemos escoger nuestros vecinos y estos son los que nos tocan. Algún día se les ocurrirá a los políticos de ambas naciones, que la cercanía de nuestros países nos obliga a planes conjuntos tanto para la producción de energía como para la protección de los recursos naturales que de por sí están muy amenazados por la cultura destructiva del haitiano. Acaso no fue más grande el plan de reconstrucción y fusión de las dos Alemanias y ahora, veinte años más tarde, vemos con orgullo lo que se logró después de que se cayera el muro de Berlín. Pues la muralla que divide a nuestro país de los haitianos hace rato que se derrumbó y no veo por ningún lado señales de un plan de reconstrucción. Quizá a la senadora Hillary Clinton quien conoce de nuestros problemas y que está en capacidad de ayudar, pueda establecer un plan de reconstrucción para estos dos países que se parezca al Plan Marshall que se usó en la Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Mitterand también tenía un plan pero era muy cómodo para Francia ya que le adjudicaba todo el problema de la reconstrucción a República Dominicana pues tiene las instituciones e infraestructura para hacerlo, pero claro cambiándole fi nalmente el nombre al de la L’Isle de Saint Domingue después de la unifi - cación. Así tampoco conviene. Lo que sí conviene es que hablemos como buenos vecinos y hermanos que somos. Que seamos igualmente agradecidos de los servicios que estos ciudadanos haitianos nos han brindado. Nuestras casas, edifi cios, carreteras, nuestras frutas, y nuestros cereales en su gran mayoría nos llegaron gracias a los esfuerzos de los haitianos que laboran en República Dominicana. Yo me siento igualmente agradecido de ellos y reconozco en el Senador Henry Boulos un líder pensante que tiene ese don tan raro y tan hermoso que se llama gratitud. Hermoso sería que todos tuviéramos un poco de gratitud en nuestros corazones y reconozcamos lo que los haitianos hacen por nosotros y quizás también lo que tantas naciones amigas han hecho por nosotros. Me refi ero a México, Estados Unidos, Canadá, Venezuela, España y Francia. A ellos también les tenemos que dar las gracias porque nos han ayudado y nos siguen ayudando con nuestros problemas.