SIN PAÑOS TIBIOS
El segundo primer día de Luis Abinader
Hoy, a sus 57 años, Luis Abinader jurará nuevamente como presidente constitucional de la república. A diferencia de 2020, esta vez no encontrará un país cerrado, una economía paralizada y un planeta aterrorizado por una pandemia donde nadie sabía que hacer. Tampoco llegará con un equipo de novatos, una oposición aún con ínfulas de gobierno, un liderazgo partidario compartido y los fantasmas del viejo PRD revoloteando sobre todos.
Luis Abinader prometió un cambio y será la historia la que dirá si lo hizo o no, pero hoy, pocos dudan que el cambio operó en él mismo y su alrededor, pues sobre la marcha acomodó la difícil carga no como pudo, sino como quiso; sobreponiéndose a todos los contratiempos internos y externos con delectación y maestría impropia de un principiante.
Con un voto de confianza renovado (57.44%); la oposición dividida y sin relato; un absoluto control partidario; la mayoría de indicadores económicos a punto; buenas calificaciones de riesgo y notas sobresalientes otorgadas por organismos multilaterales, etc., los segundos cuatro años serán su verdadera prueba de fuego; pues así como hoy ha llegado a la cima del poder total, también hoy comienza el lento descenso hacia agosto de 2028.
A partir de hoy, cada día de más será uno de menos, y Abinader deberá concentrarse en tres frentes: 1) Garantizar crecimiento con mayores niveles de equidad y redistribución del ingreso. La gente debe percibir una mejoría real más allá de lo institucional y lo ético, y sentir un incremento significativo en su calidad de vida: alimentación, seguridad, salud, trabajo, etc.; 2) A nivel institucional, la aprobación de su propuesta de reforma constitucional debe hacerse rápido, no por urgente, sino para liberar las fuerzas legislativas frente al verdadero trabajo que sigue, el prioritario: la aprobación de todas las reformas pendientes (seguridad social, laboral, penal, reingeniería del Estado, etc.); 3) En lo económico –lo inaplazable–, la reforma fiscal impostergable; el pacto que ordena la ley 1-12 que establece la Estrategia Nacional de Desarrollo (incumplido durante 12 años), cuya ausencia compromete la estabilidad a medio plazo de todo nuestro desarrollo.
Con la misma firmeza con que ha decidido cerrar su futuro electoral, Abinader pretende impulsar y aprobar en su segundo gobierno las reformas necesarias que, aunque improcedentes desde la lógica de la conveniencia y el timing político, son completamente lógicas desde la razón de Estado y su visión reformadora.
Sus mayores desafíos externos serán las reducciones de gastos y nómina para lograr la legitimidad necesaria que le permita exigir sacrificios al pueblo; porque sin recortes de gastos no puede haber aumento de impuestos. A lo interno del PRM, el reto será mantener la unidad, confortar a los heridos de las reformas y arbitrar un proceso de escogencia de la candidatura para 2028, sin traumas.
Toca desearle suerte, porque el éxito de su segundo gobierno será el del país… y lo contrario también.