Un rincón del paraíso denominado San José de Ocoa
De cerca
Con lo pesado que se ha vuelto el tráfico en Santo Domingo, desconectarse de la ciudad, hoy más que nunca, es una necesidad vital para salvaguardar el bienestar emocional. Vivimos en un mundo que nos empuja al ritmo acelerado, donde las pantallas y el ruido son protagonistas de la cotidianidad, así que sin pensarlo mucho decidí, junto a unos amigos, salir a “dar una vuelta” por San José de Ocoa, y encontré el antídoto perfecto: la naturaleza en su estado más puro, en un lugar donde el tiempo parece ralentizarse y cada respiración se siente más profunda, y rodeado de montañas y cielos despejados, uno se deja envolver por el silencio y la paz que solo estos paisajes ofrecen.
Aquí, el bullicio de la ciudad queda atrás, permitiendo que la mente se aclare y el cuerpo se relaje. Caminatas por senderos naturales y el murmullo del canto de las aves crean una sinfonía que acompaña cada paso. La experiencia no solo es física, es una desconexión emocional y mental, un retorno a lo básico que nos recuerda lo importante que es pausar y reconectar con nosotros mismos.
En San José de Ocoa tuve la oportunidad de sumergirme en la autenticidad de su gastronomía local y descubrir algunos de sus espacios más emblemáticos. Esta provincia, conocida por sus fértiles tierras y su diversidad agrícola, también sorprende por la riqueza de su oferta culinaria, que refleja la tradición y el orgullo de su gente.
Nuestro recorrido comenzó en Terraza Gloria, un restaurante que honra los sabores locales con un toque casero, sin pretensiones, pero lleno de hermosos detalles que cuentan una historia. Aquí degustamos platos que son una verdadera celebración de la tierra ocoeña: vegetales frescos y preparaciones que combinan sencillez y autenticidad. La calidez de sus propietarios, Alby Crespo y Jorge Chame nos hizo sentir parte de la comunidad local.
Después de una jornada de exploración culinaria, el refugio fue Rancho Taton, un lugar que ofrece mucho más que hospedaje; es una invitación al descanso profundo. Rodeado por un paisaje que parece salido de un libro, el rancho mezcla la rusticidad del campo con la comodidad. Aquí, las noches son para contemplar las estrellas, y las mañanas, para despertar con el aroma del café recién hecho, cultivado en las mismas tierras que rodean la casa.
Pero no puedes salir de San José de Ocoa sin un paseo por Rancho La Vereda, donde las hortensias en flor pintan el paisaje con una paleta de colores que quita el aliento. Caminar entre estos jardines es como adentrarse en un rincón de ensueño, dondela naturaleza se muestra en su máximo esplendor.
El clima, siempre agradable y fresco, y los impresionantes paisajes montañosos con colinas verdes que se extienden hasta donde la vista alcanza con caminos serpenteantes que invitan a la aventura, nos recuerdan la gran bendición de ser dominicanos. Sin duda, un destino debe ocupar un lugar entre tus planes.
¡Hasta el lunes!