Algo que contar
Miriam Guerrero: “Soy una sobreviviente de cáncer de mama, pero nunca sentí lástima de mí”
Miriam Guerrero tuvo su primer hijo a los 40 años y con la mitad de un ovario. Partiendo de ese milagro al instante no se espera más… No fue así. A los diez años de ser madre fue diagnosticada con cáncer de mama y se puede decir que Dios no le ha quitado su mirada.
Hoy me cuenta cómo fue sobrevivir a esta terrible enfermedad que en el 2020 les arrebató la vida a 685 mil mujeres y se detectaron 2,2 millones de nuevos casos. En este mes de concienciación del cáncer de mama le voy a contar el testimonio de mi prima, una mujer que le hace honor a su apellido.
Cuando me enteré que Miriam tenía cáncer de mamá, lo sufrí mucho, y más aún el hecho de que reside en Estados Unidos, pero la distancia no impidió que la acompañara cuando ella lo permitía. Siempre fue muy reservada con su estado de ánimo y la mayoría de las veces sabíamos de su salud por boca de su madre, mi tía Zenaida. En un reciente viaje que hizo al país tocamos el tema y por fin se abrió a contar esta parte tan íntima y trascendental.
Apoyo familiar
Me dijo: “Mana la noticia me la dio mi hermano Héctor. Yo había visitado al médico para un chequeo y cuando llaman para dar el resultado, él es quien recibe la llamada. En ese momento, no pensé en mi madre que estaba de visita en Santo Domingo. Me preguntaron que iba hacer, y dije a echar la lucha porque eso es lo que me queda”.
Ella es madre soltera y estaba pasando por un momento muy difícil con su hijo Alexander, que apenas tenía 10 años. Sus ojos brillan de júbilo, cuando dice que la operaron y después le dieron radiación y quimioterapia y, en todo ese proceso no aceptó nunca la pena de nadie. “No permití que nadie llorará en mi presencia y una sola vez lloré mucho porque es horrible sentir el olor de tu cuerpo a carne podrida. No podía aguantar, pero no lo hice de dolor, lo hacía de impotencia. El cáncer te va comiendo por dentro. Emocionalmente te destruye y aparte de eso las personas que están a tu alrededor sufren más que tú”.
Sufrió depresión, ese capítulo lo recuerdo, como también su valentía, como insignia buque, de casi siete años que fue dada de alta, no toma ninguna clase de medicamento, aunque su cuerpo cambió y aumentó de peso en ella solo quedan cicatrices por fuera y por dentro hay una mujer que valora la vida, a sus verdaderos amigos y la familia.
Sin lástima y pena
Ella oraba: “Dios tú tienes que darme valor, la fuerzas para poder ver a mi hijo adulto, después no importa lo que tú hagas conmigo... Ser sobreviviente de cáncer me permite reflexionar sobre lo importante de valorarnos como mujer debemos de chequearnos, ponernos atención a nosotras. Es una enfermedad como otra cualquiera que no se debe de ocultar porque hay personas que le da vergüenza decir, yo tengo cáncer”.
Ella decía que tenía cáncer y la gente no le creía por su actitud todo el tiempo. Es positiva y sigue siéndolo porque la vida y nuestro Señor Jesucristo nunca dan más de lo que tus hombros pueden llevar.
Me confesó que el cáncer es una enfermedad terrible, pero que la volvería a elegir ante otras porque su experiencia fue tan grande y sanadora que está segura volverlo a superar.
Un propósito
“El cáncer me hizo ser la mujer que soy ahora, la madre, el ser humano, la hija que soy, porque me di cuenta que mi vida estaba en un hilo por lo soberbia que era, porque no le aguantaba nada nadie, quería que las cosas se hicieran como yo decía y me di cuenta que no es así. Todo tiene un propósito y un orden”, reflexiona Miriam.
Hoy, yo me convierto en el vehículo para dar gracias a Dios, a su familia, a los doctores que estuvieron con Miriam, y que nunca la dejaron sola. Y como dice el profeta Isaías al expresar que somos barro en manos del alfarero: “Yo soy la arcilla, tú el alfarero, somos todos obra de tus manos”.
Dios siempre se sirve de lo mejor!