Afganos temen volver a régimen brutal pese a promesas
Las oficinas gubernamentales, tiendas y escuelas siguen cerradas.
Mientras los talibanes se agrupan a la entrada de Kabul, prometen una nueva era de paz en Afganistán, con el regreso a la vida normal y una amnistía para aquellos contra los que han luchado durante dos décadas.
Pero los afganos que recuerdan el brutal gobierno del Talibán y aquellos que han vivido en zonas controladas por los milicianos islámicos en los últimos años han observado los acontecimientos con creciente miedo conforme los insurgentes se apoderaban de gran parte del país y las fuerzas internacionales salían de él.
Las oficinas gubernamentales, tiendas y escuelas siguen cerradas en regiones capturadas recientemente por el Talibán, y muchos de los residentes permanecen agazapados o huyen a la capital, Kabul. Pero ya hay indicios de un retorno a la versión estricta del mandato islámico bajo el que vivieron los afganos de 1996 a 2001, cuando Estados Unidos quitó del poder al Talibán tras los atentados del 11 de septiembre de ese año.
Muchos temen que los talibanes revertirán dos décadas de progresos para las mujeres y las minorías étnicas, y que restringirán el trabajo de los periodistas y trabajadores de organizaciones no gubernamentales. Una generación completa de afganos fue educada con la esperanza de construir un Estado moderno y democrático, sueños que parecen haberse esfumado con el avance implacable del Talibán.
Conforme los insurgentes llegaban a la capital de la nación el domingo, una fotografía circulaba en las redes sociales mostrando al propietario de un salón de belleza que cubría con pintura los carteles en los que aparecían mujeres. Los jóvenes corrían a sus casas para quitarse los pantalones vaqueros y camisetas y ponerse el traje tradicional salwar kamiz.
Algunos residentes de zonas que recientemente fueron capturadas por el Talibán permanecen en interiores o huyen a Kabul por temores de seguridad. Muchos parecían estar ocultándose hasta que vean qué tipo de orden imponen los insurgentes.
Una licenciada universitaria de 25 años que trabaja para una organización no gubernamental local en la ciudad occidental de Herat, la cual fue capturada por el Talibán la semana pasada, dice que no ha salido de casa en semanas debido a los enfrentamientos. Luego de hablar con otros residentes, comentó que había pocas mujeres, sino es que ninguna, en las calles, e incluso las doctoras estaban en sus casas hasta que la situación se aclare un poco.
“No puedo enfrentar a los combatientes del Talibán”, comentó vía telefónica desde Herat, pidiendo que no se utilizara su nombre por temor a sufrir represalias. “No tengo un buen presentimiento sobre ellos. Nadie puede cambiar la posición del Talibán contra las mujeres y niñas; ellos aún quieren que las mujeres se queden en casa”.
La joven había planeado empezar una maestría este año en la Universidad de Herat, donde las mujeres representan más de la mitad del alumnado.
El Talibán ha emitido comunicados dirigidos a tranquilizar a los afganos. Ha dicho que no habrá ataques de represalia contra aquellos que trabajaban para el gobierno o sus servicios de seguridad y que se respetará la “vida, la propiedad y el honor”. Está pidiendo a los afganos que permanezcan en el país y ha prometido crear un “entorno seguro” para negocios, embajadas y organizaciones humanitarias locales y extranjeras.
Durante su mandato anterior, el Talibán prohibió que las mujeres trabajaran fuera de sus viviendas o que asistieran a la escuela. Las mujeres debían portar la burka y tenían que estar acompañadas por un familiar hombre cuando salieran a la calle.