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ESTILO DE VIDA

¡Hagamos las paces!

Algunas personas están utilizando su tiempo en aislamiento para resolver rencores profundamente arraigados. (Jonell Joshua/The New York Times)

Algunas personas están utilizando su tiempo en aislamiento para resolver rencores profundamente arraigados. (Jonell Joshua/The New York Times)

La llamada telefónica conciliadora se había retrasado mucho tiempo. La última vez que las hermanas Frolkis, Talia y Liza, habían intercambiado palabras había sido en julio. Y aquella conversación había terminado, a decir verdad, no en muy buenos términos.

Talia Frolkis, la hermana menor y científica biomédica de 32 años de Madison, Wisconsin, no puede decir con exactitud cuál fue la razón del altercado. “¿Quién puede recordar los detalles?” dijo. “Siempre hay un drama relacionado con la familia. Algo estaba pasando en su vida y yo fui lo más solidaria posible, y terminé exhausta y esperando algo de gratitud. Cuando eso no pasó, me puse algo antipática y eso detonó una pelea enorme”.

Pasaron nueve meses y ninguna de las dos daba un paso hacia la reconciliación. Era el tiempo más largo que las dos mujeres habían pasado sin hablarse. Entonces llegó el coronavirus, y las placas tectónicas de la psique de Liza Frolkis se movieron.

“La extrañé”, dijo Liza Frolkis, de 37 años, quien vive en Milwaukee. “Lo anormal de este momento me permitió dejar de lado el dolor que estaba sintiendo. Me dio algo de perspectiva”.

Así que, como en los viejos tiempos, cogió el teléfono, llamó a su hermana y le dijo: “Este mundo es una locura. Es ridículo que no me haya disculpado contigo”.

“También le pedí disculpas”, afirmó Talia Frolkis.

Con más de tres millones de casos de COVID-19 a nivel mundial y alrededor de 200.000 muertes, con una enorme cantidad de personas enfrentando cara a cara su propia mortalidad o la de alguien que conocen, muchos están hurgando en su pasado y contactando a aquellos con quienes alguna vez tuvieron una relación, pero terminaron peleados. A veces lo hacen solo para saludar, otras porque desean una tregua y en otras ocasiones quieren enmendar un error, o al menos hacer el esfuerzo.

“La COVID-19 nos ha hecho revaluar nuestras prioridades, y las que alguna vez fueron posiciones firmes han dejado de ser importantes”, afirmó Pam Gillespie Blanton, de 59 años, quien vive en Austin, Texas, y recientemente conversó con su sobrino tras seis años de distanciamiento. “Regresar a las cosas básicas, a lo más simple. Conversar, cocinar, aprender a comunicarnos”.

Abigail P., de 45 años, quien trabaja en seguros en Auburn Hills, Míchigan —y quién pidió que su apellido no fuera publicado porque es incómodo hablar sobre terribles exnovios en un periódico—, dijo que poco antes había tenido un sueño “vívido” sobre un ex de hace 20 años. La relación, que duró alrededor de dos años, terminó “espantosamente” y le dejó algunas cicatrices emocionales fuertes. Sin embargo, en las últimas semanas, durante un recuento de su pasado romántico, Abigail se dio cuenta de que tenía lindos recuerdos de su tiempo juntos y de que lo había perdonado.

Abigail lo contactó para decirle que estaba contenta de que él se viera tan feliz (gracias, LinkedIn). “Quizás eso fue más para mí que para él, pero me alegra haberlo hecho”, comentó.

Abigail también recibió una sorpresa. Él le respondió.

“Dijo algunas cosas bonitas sobre mí”, afirmó. “Considerando cómo terminaron las cosas, siempre asumí que no me tenía mucha estima”.

Jorge Fagundo, un residente de 41 años de Cabo Rojo, Puerto Rico, tuvo la misma preocupación cuando contactó a Carmen Lis Arcelay tras nueve años de silencio.

Hace casi una década, Fagundo había estado gravemente deprimido y estaba teniendo dificultades para conservar un empleo. Entonces Arcelay, en aquel entonces su amiga íntima, lo invitó a quedarse con ella y su esposo un par de semanas en la isla de Saint Thomas.

El “par de semanas” se convirtió en tres meses, y Arcelay y su esposo estaban hartos. “Sentí que no estaba contribuyendo con nada en la casa”, dijo Arcelay, de 44 años, quien trabaja en una cervecería en Ashburn, Virginia. “Lo teníamos que llevar a todos lados; se convirtió en una molestia”.

Arcelay le pidió que se fuera, pero le dijo que podía mudarse temporalmente a su casa en Puerto Rico. Allí, Fagundo comenzó a cultivar marihuana en la azotea. Los Arcelay se enfurecieron y la amistad se arruinó. “Mi esposo trabaja para el gobierno”, dijo Arcelay. “Pudo haberse metido en graves problemas”.

Hace como semana y media, Arcelay recibió un correo electrónico de Fagundo. Había estado armándose de valor para contactarlos, dijo, y entendía que había traicionado su confianza, pero quería que ambos supieran que lo sentía. Dejó un número telefónico y Arcelay lo llamó. Hablaron unas dos horas. “Todos cometemos errores”, dijo ella. “Nos convertimos en personas diferentes con el tiempo. Realmente agradecí que entendiera que lo que había hecho estuvo mal”.

Fagundo reconoció en un correo electrónico que la pandemia influyó en su decisión de contactar a sus amigos, además de un ataque al corazón que sufrió hace unos ocho meses y que lo hizo permanecer en el hospital 55 días, de los cuales 22 estuvo en coma.

“Dicen que una experiencia cercana a la muerte puede convertirte en otra persona”, escribió. “No sé si sea cierto, pero desde mi experiencia lo que sí hace es darte tiempo para pensar, y no solo para pensar, sino también para analizar y cuestionar casi todo. Siempre he sido un solitario y nunca pensé que necesitaría personas a mi lado hasta ahora, y la necesidad de contactar a Carmen y a Joel fue aún más significativa en este momento”.

Esto no sorprende a quienes están familiarizados con la psicología social de las crisis sanitarias. El fin de la vida —o lo que podría ser el fin de la vida, aunque no sea el fin de la tuya— “es el momento en el que quieres resolver las cosas y expresar tu agradecimiento a las personas”, aseguró Margaret Moore, fundadora de Wellcoaches, una compañía que capacita a orientadores profesionales del cuidado de la salud.

“Queremos limpiar y aclarar las cosas”, dijo Moore. “Creo que es muy positivo que el virus esté motivando a las personas a reparar antiguas relaciones. Es una señal de que estamos profundizando el significado de esto”.