COVID-19
Opinión: Sin mascarillas ni jabón: así son los centros de detención durante el coronavirus
Soy una traductora e intérprete para solicitantes de asilo detenidos en el Centro Residencial Familiar del Sur de Texas en Dilley y en el resto de Estados Unidos. Nunca imaginé que podría haber más urgencia en la labor que desempeño. Los detenidos con los que hablo tienen miedo de ser deportados o de permanecer detenidos de manera indefinida. Algunos están angustiados por estar separados de sus hijos y no poder protegerlos. Durante los días pasados, esas preocupaciones han sido eclipsadas por el temor a contagiarse de coronavirus y morir solos en el centro de detención.
Sus miedos no son infundados. El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por su sigla en inglés) de Estados Unidos ha reportado que por lo menos cuatro migrantes en custodia y cinco empleados de las instalaciones han dado positivo por coronavirus. La Oficina de Reasentamiento de Refugiados ha confirmado cuatro casos de la COVID-19 entre menores en su custodia y por el momento se ha puesto a un niño en cuarentena mientras se esperan sus resultados. Ocho integrantes del personal o padres de crianza temporal en programas en Nueva York, Washington y Texas también han informado que han dado positivo por coronavirus.
Fotografías, videos y grabaciones de audio filtrados pintan un panorama sombrío. En marzo, migrantes detenidos en la cárcel del condado Hudson, en Nueva Jersey, en donde dos personas han dado positivo por coronavirus, iniciaron una huelga de hambre para exigir el acceso a jabón y papel higiénico. Durante una llamada de videovisita con The Intercept, una mujer en un centro de detención de Luisiana sostuvo un letrero en el que se leía: “Una mujer que está aquí con nosotros está enferma. Ella podría tener la COVID-19”. Los otros detenidos tienen miedo de enfermar también.
La semana pasada, el Centro de Atención a Refugiados e Inmigrantes para Educación y Servicios Legales, o RAICES, dio a conocer una grabación de dos padres detenidos con sus hijos en el Centro de Detención Karnes en Texas. No les han proporcionado información sobre cómo prevenir la propagación del virus. Dijeron que sus hijos están enfermos y presentan síntomas similares a los de la influenza. Viven en una celda con otras cinco personas (es imposible mantenerse a dos metros de distancia de los demás). No les han proporcionado mascarillas, desinfectante ni jabón. “La gente está bastante desesperada; yo creo que esto está a punto de colapsar”, dijo uno de los padres.
Sus vidas están en riesgo a pesar de que muchos de ellos no han cometido ningún crimen, excepto por haber cruzado la frontera sin autorización.
Los migrantes detenidos tienen acceso limitado a servicios médicos incluso en tiempos mejores. El Centro Residencial Familiar del Sur de Texas, donde Dilley Pro Bono Project ofrece servicios legales a madres e hijos detenidos, tiene un historial de no proporcionar atención médica adecuada a los detenidos. En 2015, alrededor de 250 niños recibieron dosis para adultos de la vacuna para la hepatitis A. Más recientemente, vi a un niño de 2 años que tenía fiebre quedarse dormido en una silla mientras yo entrevistaba a su madre. Otros me han dicho que la espera para ver a un médico es tan larga que a menudo implica perder la posibilidad de ir a comer. Cuando logran ver a un médico, les da ibuprofeno y VapoRub. Los centros de detención del ICE simplemente no tienen la capacidad para manejar un brote de coronavirus.
Mientras los estadounidenses se refugian en casa o practican el distanciamiento social, las organizaciones con las que trabajo se están movilizando para detener lo que puede ser el resultado inevitable de una política migratoria desastrosa. Respond Crisis Translation ha creado una guía de una página sobre cómo evitar la propagación del virus que hemos traducido a más de una decena de idiomas. Los abogados de inmigración que son voluntarios en organizaciones como Al Otro Lado están luchando para liberar a todas las personas en custodia del ICE, mientras que la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, por su sigla en inglés) y RAICES han presentado demandas para conseguir la liberación de detenidos que no representan un peligro para la sociedad.
Sus esfuerzos han tenido algunos éxitos. La semana pasada, un juez federal ordenó la liberación inmediata de diez migrantes con problemas médicos subyacentes detenidos por el ICE en cárceles de Nueva Jersey donde hay casos confirmados de la COVID-19. Una jueza federal en Los Ángeles exhortó al Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por su sigla en inglés) y al ICE a liberar a niños migrantes o explicar por qué deben permanecer en custodia durante la pandemia. Y recientemente en Pensilvania se ordenó la liberación de once migrantes detenidos debido a la preocupación de que su salud podría estar en riesgo si llegaran a contraer la COVID-19 estando detenidos. Pero esto no es suficiente.
Los migrantes que son liberados mientras esperan sus audiencias en la corte de asilo ya son monitoreados de manera rutinaria con grilletes de tobillo. La mayoría tiene un patrocinador en Estados Unidos —usualmente un familiar— que ha aceptado hacerse responsable de su bienestar. Aquellos que no cuentan con ese apoyo, podrían ser puestos en contacto con familias dispuestas a patrocinarlos o iglesias santuario que los puedan alojar. También podría haber otras soluciones, como albergar temporalmente a los solicitantes de asilo en dormitorios u hoteles. Pero esto tiene que hacerse ahora. Deben ser liberados antes de que sea demasiado tarde.