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El beneficio oculto que los megarricos de Nueva York piden ahora

Una porte cochère —la versión urbana del garaje abierto— en el número 565 de la calle Broome, un edificio departamental de lujo en el Bajo Manhattan, el 25 de noviembre de 2019. (Anna Watts/The New York Times)

Una porte cochère —la versión urbana del garaje abierto— en el número 565 de la calle Broome, un edificio departamental de lujo en el Bajo Manhattan, el 25 de noviembre de 2019. (Anna Watts/The New York Times)

Sean O’Connor condujo su Jeep a través de la “porte cochère”, o entrada para autos, cruzó la puerta ancha de la cochera en el otro extremo y salió del auto.

A partir de ahí, la cochera se encargó del resto, pero sin un asistente al volante. La cochera en el edificio de lujo de O’Connor, en el Bajo Manhattan, está automatizada. Nadie tocó el Jeep mientras este subía a su cajón de estacionamiento, ubicado cinco pisos más arriba.

Este sistema de estacionamiento es un giro de alta tecnología que solo es posible en los edificios que tienen porte cochère, la versión urbana del garaje abierto: una entrada techada de acceso para autos y personas que era popular en la época de los caballos y los carruajes.

“Porte cochère” —que se pronuncia port kosher— es un término francés que en un inicio describía una entrada de edificio que era suficientemente amplia para que pasara un carruaje hasta el patio interior. Imagina los palacios de antes. Imagina la época de Luis XIV.

Como Nueva York está viviendo una nueva edad dorada, las porte cochères están de regreso en los edificios de lujo, como el ubicado en el número 565 de la calle Broome, donde O’Connor es el administrador residente y el departamento menos costoso en el mercado se vende en 3,925 millones de dólares.

Lo esencial de la porte cochère moderna es la invisibilidad, o al menos la opción de ocultarse de las miradas curiosas en las calles de la ciudad.

Las celebridades, las personas de alto perfil y los individuos con valores netos ultraelevados, en particular aquellos que no suelen aparecer en las columnas de chismes, no quieren que los vean ir y venir. La porte cochère les sirve como protección de los fotógrafos, otros profesionales y los admiradores, o incluso de los transeúntes promedio que sacan sus teléfonos para tomar una foto.

En el Nueva York de 2019, muchos de esos residentes viven en edificios donde los departamentos se venden por montos de siete u ocho dígitos. “Solo un edificio con inquilinos muy acaudalados puede pagar esto”, dijo Mosette Broderick, profesora de la Universidad de Nueva York.

Las porte cochères ocupan mucho espacio —más espacio que los departamentos de muchos neoyorquinos— y el espacio es muy valioso, por supuesto. Con más de 185,8 metros cuadrados, la porte cochère ubicada en el número 40 de la avenida East End, en un nuevo edificio del Upper East Side, es unas tres veces más grande que el departamento promedio en Manhattan (68 metros cuadrados, de acuerdo con el sitio web de arrendamiento RENTCafe).

En el número 111 de la calle West 57th, una torre de 82 pisos en el conjunto de rascacielos de ultralujo conocido como Billionaires’ Row, los desarrolladores extrajeron una sección del antiguo edificio de la compañía Steinway & Sons para crear la porte cochère.

El hotel Waldorf Astoria va a dividir su famosa porte cochère, que en realidad es un pasaje subterráneo que se extiende por todo lo ancho del edificio entre las calles East 50th e East 49th.

La mitad será para los huéspedes del hotel, que ocuparán una parte del edificio cuando termine su remodelación total en 2021, y la otra mitad será para los residentes de los condominios, en la otra parte. Los precios de los condominios todavía no se han anunciado.

“Tener una porte cochère privada se ha convertido en un referente para los edificios de este nivel; en realidad, ya es un requisito”, afirmó Dan Tubb, director de ventas de Douglas Elliman en el hotel Waldorf. “La necesidad de tener una transición entre el bullicio de las calles y un ambiente más sereno y controlado es cada vez mayor, en especial aquí en Manhattan”.

Este tipo de edificios tienen personal que puede ayudar a subir a los autos de los residentes las bolsas que se llevan a sus casas de fin de semana en Connecticut o los Hamptons. A los porteros y los maleteros les toca la responsabilidad de llevar el registro de la procesión de modelos idénticos de sedanes Mercedes Clase S y camionetas Cadillac Escalade.

Scott J. Avram, vicepresidente senior de Lightstone, la compañía constructora del edificio ubicado en el número 40 de la avenida East End, dijo que la porte cochère era “más importante que muchas otras comodidades interiores más tradicionales” como los comedores privados, las salas de lectura o los salones de juegos.

Sin embargo, algunos críticos opinan que la porte cochère jamás debió haberse traído de vuelta.

“Retomaron ese concepto en una época en la que la necesidad de tener un auto es menor y menos patente”, opinó Adrian Benepe, excomisionado de parques de la ciudad de Nueva York.

En los últimos años, la ciudad ha comenzado a distanciarse de la cultura del automóvil, que dominó las calles durante la mayor parte del siglo XX. Se han instalado kilómetros de carriles para autobuses y bicicletas, y Nueva York se perfila para convertirse en la primera ciudad estadounidense con un plan de cobros para evitar los embotellamientos y mantener a los autos lejos de las calles más congestionadas. A partir de 2021, los automovilistas tendrán que pagar una cuota cuando conduzcan en las partes más transitadas de Manhattan.

Julia Vitullo-Martin, investigadora principal de la Asociación del Plan Regional, comentó que la cultura del automóvil se había “convertido en la desigualdad máxima” en Nueva York.

“La gente más adinerada no solo tiene autos, sino que tiene uno por adulto —un vehículo utilitario deportivo por adulto— en cada casa”, dijo, y agregó que en algunos vecindarios lejanos los residentes necesitan un auto para llegar a las líneas del subterráneo o del autobús.

Todo parece indicar que el auge de las porte cochères terminó hace décadas. Se construyeron pocos edificios con ellas después de la Segunda Guerra Mundial.

“Ya estaban pasando de moda cuando el automóvil todavía era dominante”, dijo Benepe, “y ahora que las alternativas de transporte público están predominando y el automóvil se vuelve cada vez menos importante como medio de transporte, es confuso que la porte cochère esté de vuelta”.

Pero, según Avram, en la avenida East End no es nada confuso.

“Es seguro que el comprador predominante de departamentos con estos precios tenga un auto”, explicó Avram. “De 5 millones a 25 millones. Esa es la cantidad de propietarios de vivienda y propietarios de automóvil. Muchos de ellos tienen choferes. Así que, ya sea que tú conduzcas o que alguien más te lleve, el auto es parte de tu vida”.