Fábulas en alta voz
Un bautizo inocente, pero respetuoso
Hace unos días fui a mi querido pueblo, Constanza. Lamentablemente, el motivo era para dar el pésame a dos familias que traen tantos recuerdos a mi mente y a la de mis hermanos. Aunque duramos mucho tiempo para ver a algunos de los que, en nuestra entrañable Sabina, tejieron sueños junto a nosotros, el cariño se mantiene. Tanto es así que, hasta en medio de su duelo, Nelia no pasó por alto comentar cuánto echa de menos su infancia y los vínculos familiares que establecíamos todos en la comunidad. “Pero los tiempos han cambiado tanto…, yo recuerdo cuando bautizábamos las muñecas y nos tomábamos tan en serio ese compromiso. Es más, yo tengo comadres todavía de las que me bautizaron muñecas o yo las de ellas”.
Cómo cambian los tiempos
Mientras Nelia hablaba de esos juegos de infancia, por mi mente pasaban tantas escenas del diario vivir que dejan al descubierto que, mientras nosotras nos tomábamos a pecho esta responsabilidad inocente, en los tiempos modernos se respeta poco este sacramento real que involucra a humanos. Antes decían que un padrino y una madrina eran, literalmente, los segundos padres de los niños y las niñas. Hoy, sólo se ven el día del bautizo y después, si te he visto no me acuerdo. Salvo algunas excepciones.
Un viaje de tristeza y nostalgia
Ver a Norma, Mery, Carmen, a Nelia y demás familiares tan tristes por la partida de Gloria partió el alma pero, como todo en la vida, nos deja una gran enseñanza: que lo más importante es vivir el aquí y el ahora, pues en un abrir y cerrar de ojos, la vida se nos va sin darnos cuenta. Hay que vivir para fabricar recuerdos de esas vivencias que disfrutamos a plenitud, hay que ver lo bonito en cada experiencia para que, cuando nos veamos con quienes la vivieron con nosotros las recordemos y atesoremos con amor y alegría, no con lamentos de que no pudimos hacerlo.
Otro pesar: Murió Flora
Y siguiendo con la nostalgia que despierta ver a gente de tu pueblo que hacía mucho no veías, es bueno decir que se siente como si se estuviera en una ciudad fabulosa, transportándote a tiempos en los que ir a “robar” fresas y mandarinas donde doña Flora era parte de la diversión. Lograr concretar el objetivo y salvarse luego de una buena pela por entrar a terreno ajeno era parte del día a día. Ir al dar pésame a la familia Gómez Espinal por la partida de ella provocó mucha tristeza. Por un lado, estaba el verlos afligidos y por otro, vivir la alegría de estar pisando de nuevo aquellas tierras a las que tantas veces entrábamos sin pedir permiso.